Mensaje del Maestro Jesús | 04/04/15

Maestro Jesús meditando

Sesión con el Maestro Jesús, donde da un hermoso e importante mensaje de luz para este Domingo de Pascua.

 

Médium: Raúl Caballero

Entidad: Maestro Jesús

Interlocutor: Laura

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Ien-El: Hermanos míos, me conocéis conceptualmente como Ien-El. En vida me conocéis con el nombre de Jesús. Y digo me conocéis, porque de un modo u otro, todavía todos me recuerdan de mi andanza hace dos mil años.

Y me siento triste, queridos hermanos, me siento muy triste. Y me siento bien de poder compartir con todos vosotros el motivo de mi tristeza.

Me siento triste porque en vuestro mundo todavía sigue habiendo divisiones, de la manera que ya había divisiones cuando yo estuve encarnado por última vez.

Me siento triste porque sigue habiendo guerra, de la misma manera que la última vez que yo estuve encarnado había guerra.

Me siento triste, porque sigue habiendo gente inocente que paga las consecuencias de la guerra.

Y estoy triste, porque me siento mal, porque a pleno siglo XXI –como vosotros lo llamáis- todavía hay gente que muere de hambre.

El hambre es algo importante a tratar, pero hoy, ahora, en este momento, es como que me molesta más el concepto «guerra».

Y fijaos que hablo, queridos hermanos, con las palabras “me molesta”. Y si bien mi intención es no personalizar, y si bien ha explicado mi hermano Johnakan en distintas oportunidades que el molestarle a uno tiene como raíz el ego, no puedo mostrar mi resignación de otra manera porque, realmente, me duele.

Se ha dicho en distintas oportunidades, que desde los planos de luz también sufrimos. No sufrimos de pérdidas, no sufrimos de dolor en el estómago -porque no tenemos estómago-, pero sufrimos por el otro.

Sufrimos cuando vemos guerras. Sufrimos cuando vemos muerte.

Y esta vez tengo que explicarlo, porque siento que habéis avanzado dos mil años desde la última vez que yo estuve encarnado y tengo la sensación de que no habéis avanzado nada.

Se ha avanzado en tecnología en el último siglo que vosotros llamáis XX, pero no sé si se ha avanzado en valores.

Hermanos, os hago una pregunta: ¿A cuántos veis hermanarse? ¿A cuántos veis que brinden abrazos, que se den la mano, que se halaguen? Pero no que se halaguen de forma traicionera, sino desde el corazón.

¿A cuántos veis que vean al otro y, en lugar de ver rencor o envidia o celos, vean lo divino, lo importante que es el otro?

Entonces, eso me demuestra que se ha avanzado mucho en tecnología, pero muy poco en lo que tiene que ver con el amor al otro.

Cuando yo pregoné, no pregoné por mí, pregoné por vosotros, por cada uno de vosotros. Pregoné lo que es más importante, el amor. El amor pregoné.

Porque noto que muchos tienen –en presente, no en pasado, en presente- desconocimiento de la palabra amor. El amor real no es el amor que todos sentís hacia un padre, una madre, un hijo, un hermano, un amigo…

Ese amor es importante. Ese amor personal, del que ha hablado tanto mi hermano Johnakan, es importante. Más no es el amor que yo pregoné.

Cuando yo hablo de la palabra amor, muchos nunca han sentido esa palabra, ese amor. Hablo del amor incondicional al prójimo. Del amor al otro. Del amor impersonal. Del amor sin intereses. Del amor sin condiciones. Del amor sincero. Del amor que ama sin esperar nada a cambio.

Ese auténtico amor, no todos lo habéis sentido ni todos lo sentís habitualmente. Y eso a mí me entristece, porque mi idea fue enseñaros ese amor y ahora os causáis más divisiones que entonces.

Os separáis en más países. Os separáis en más dogmas. Incluso, os separáis en más religiones.

Porque no solo hay religiones, porque también percibo grupos de supuestos maestros que se devoran los unos a los otros por una cosa, por una palabra que vosotros llamáis “verdad” o llamáis “razón”, y que para mí no es motivo suficiente para que os despedacéis.

No es relevante quien tenga verdad, quien tenga razón. Lo relevante es que todos, cada uno de vosotros, tenéis una porción de verdad, una porción de razón.

Porque todos, como yo soy y fui en vida, y lo sigo siendo ahora como 100% espíritu puro, todos somos hijos del mismo Padre. Y en nuestro Padre no hay cabida para lo que no sea amor.

Pero a veces buscáis el motivo más pequeño para haceros daño, para despedazaros y para provocar guerras. Y no es así, porque ningún motivo, por más grande que sea, justifica una guerra. No solo una guerra, sino una lucha.

Ningún motivo justifica que os despedacéis, que os peleéis, que os separéis, que os insultéis, que os agredáis.

Y esto es algo que no entienden ni vuestros religiosos, ni vuestros supuestos maestros, ni vuestros políticos y tampoco lo entendéis vosotros, la gente de a pie de calle.

Porque, visualizo como os despedazáis por un deporte, por un gusto, por algún tipo de competición. Y competir es sano, con equilibrio, no despedazándoos. Pero no lo entendéis.

Y yo, desde mi plano conceptual, trato de entenderos y de comprenderos. Pero, a veces, es muy difícil, aún con toda la comprensión, entender que en dos mil años seguramente no hayáis avanzado nada.

Porque, insisto, os seguís despedazando.

Mi mensaje no es un mensaje para los políticos, es un mensaje para todos. Porque muchos van a pensar al escucharme, que estoy hablando de guerras, que estoy hablando de problemas con religiones, con dogmas… que estoy hablando de grupos separatistas, que estoy hablando de grupos terroristas…

Pero pueden pensar: “Eso no va conmigo porque no soy terrorista, porque no soy religioso, porque no soy político y no puedo parar una guerra”.

No es eso, va con todos vosotros hermanos el mensaje, porque os estoy diciendo que no hay motivo, ninguno, para justificar que os enfrentéis entre vosotros en vuestro día a día. No hay motivo, no existe motivo que lo justifique.

Y quiero que sepáis que yo estoy triste. Y que estoy contento de alguna manera, porque este querido hermano que es capaz de canalizarme lo hace con una fidelidad tal, que año tras año pueda dar mensajes adecuándome a cada momento.

Y visualizo que, con el pasar del tiempo, la civilización por la que yo dos mil años atrás luché, va a peor. Cada año que yo me comunico, va a peor.

Y me siento triste, muy triste, porque ahora en estas fechas percibo más guerras en el mundo de las que percibí hace un año vuestro atrás. Y percibo que está muriendo más gente inocente que hace dos años atrás y un año atrás.

Eso es lo que noto realmente, y eso es lo que visualizo. Y eso es lo que me hace daño.

Hermanos, pensad en la persona que tenéis al lado como un igual, como un hermano vuestro.

Nadie, por mucho que sea de otro color, por mucho que tenga otras costumbres, por mucho que tenga otras creencias, por mucho que tenga alguna incapacidad… ninguno deja de tener una cosa: el amor que puede brindar es tan grande como el amor que vosotros podéis brindar.

Fíjate, fijaos lo importante que es el otro. Y se puede llegar a brindar amor. Eso es lo que me gustaría que, de alguna manera, entendáis. Porque muchos se fijan en cosas que no son importantes y luego discriminan. Y la discriminación no forma parte del amor. No, por lo menos, del amor que yo enseñé.

Quiero recordaros, a todos los que me escuchéis, quiero recordaros que hace dos mil años atrás traté de enseñar a mucha gente lo que significaba la palabra amor y que muchos en ese entonces no entendieron.

Pero, vosotros tenéis la posibilidad de volver a escucharlo y de entenderlo realmente.

Por eso sé que muchos de los que me van a escuchar van a intentar ser uno con el otro, con el prójimo y van a intentar aportar un granito de luz y amor a los demás.

Si todos aportáis ese granito de luz y amor, mi misión de hace dos mil años atrás vuestros se habrá completado dos mil años después.

No importa cuándo, no hay tiempo para el cuándo, no es eso lo importante. Lo importante es que lo entendáis. Cada uno lo entenderá más pronto, más tarde, a su debido momento.

Está bien, que nadie tenga prisa, nadie. Pero confío, espiritualmente hablando, que algún día lo comprendáis.

Ese es mi mensaje, ese es mi mensaje para esta vez.

Interlocutora: Muchas gracias, querido Maestro. No sé si te puedo realizar una pequeña consulta.

Ien-El: Siempre querida hermana, siempre.

Interlocutora: ¡Gracias! Maestro, hay una persona a quien nos referimos por C.C.R. en las redes sociales y nos pregunta si tuvo alguna vida encarnada cerca de usted, porque él nos explica que de pequeño siempre soñaba en los tiempos de cuando usted estuvo encarnado en Sol III hace dos mil años.

Ien-El: Sí, sí, la respuesta es afirmativa. Conceptúo el tethán y solo voy a decir que siempre se tiene que tener una chispa para querer evolucionar y eso es magnífico. Yo llegué a conocerlo, de una manera u otra llegué a coincidir directamente. Llegué a cruzarme directamente con él en esa vida.

Interlocutora: De acuerdo, muchas gracias por su mensaje.

Ien-El: Gracias a ti, porque sé que eres una de las persona que de alguna manera intentan llenar de luz ese mundo por el que yo luché.

Gracias a todos los que me hayan escuchado y toda mi luz.

Toda, toda mi luz, toda mi luz.  

 

Sobre Raúl Caballero 552 artículos
Especialista en Psicología Transpersonal y Psicoterapeuta Cognitivo Conductual. Más de 15 años de experiencia en el campo de la mente humana y en el campo esotérico y la mediumnidad.