Del observador y lo observado

Introducción:

Llegados a este punto donde hemos realizado múltiples diferencias entre el “sentimiento del yo” y el “sentimiento del SER” es hora de dar un paso más. Para ello haremos alusión a uno de los maestros espirituales más importantes del SXX: Jiddu Krishnamurti, y a una posible explicación de una de sus charlas más interesantes sobre el observador y el observado que nos pueden ayudar a comprender mejor su espiritualidad.

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Desde nuestro nacimiento hemos absorbido una IDENTIDAD con todo lo que ello conlleva (Nombre, educación, familia contexto etc…). Y por otro lado, al adecuarnos a un cuerpo con unos sentidos físicos (ojos, nariz, boca etc..) nos hace ser Observadores del exterior y del entorno. Esa identidad, ese “traje” compuesto por nuestro cuerpo físico y nuestra mente, se hace fuerte, se identifica, se consolida y establece la gran separación entre el YO y todo lo demás.

De tal manera que por esas razones principalmente, ese “pedacito de mente” empieza a hacer fuerte su “traje” y es tan difícil integrarlo. Ejemplos:

Yo soy Maria y tengo una mente”
Yo soy Francisco y tengo un alma”
Yo tengo un espíritu”
“Porque mi espíritu…”

En todos esos ejemplos, “el traje”, ese pensamiento, ese «sentimiento del yo» independiente, está haciendo su función como un observador. Como una identidad separada. Si bien muchas personas establezcan que no se identifican y digan: – El cuerpo perece, ¡Yo soy espíritu!, ¡ Yo soy alma!, la gran mayoría se lo aprenden de memoria, y no lo sienten como tal. Pues “el traje” con sus roles y los sentidos físicos acarrean constantemente esa separación.

Sin embargo, en palabras de Krishnamurti: “Pero el observador se da cuenta de más de una imagen; él crea miles de imágenes. Sin embargo, ¿es el observador diferente de esas imágenes? ¿No es él simplemente otra imagen? “

En el momento en que pensamos algo podríamos preguntarnos…¿Quién es el que piensa?  Si el «yo» no es más que un constructo imaginario, otro pensamiento. Aquí estaba la clave. El «Yo» como tal es una idea más, un constructo más, un pensamiento más, un rol creado con el cual nos identificamos. Y a partir de este y su memoria selectiva realizamos nuevos pensamientos. Pensamiento que crea pensamientos.

Aquí se establece uno de los puntos de inflexión más importantes de las palabras de Krishnamurti y el cual servirá para poder comprender gran parte de los mensajes que transmitió:

El “yo observador”, esa Identidad que tenemos y con la que nos identificamos, de por sí está condicionada, es subjetiva, es una construcción más. Una identidad formada en gran medida derivada del exterior. O dicho de otra manera: El «yo» no puede encontrarse bajo un análisis, porque el propio análisis es el «yo». Pensamiento que crea pensamientos. Pescadilla que se muerde la cola.

Y es que en el universo maya, este “yo” no es más que otro pensamiento que ha adquirido más fuerza, que se siente observador y separado respecto de los otros pensamientos que tenemos. De hecho, cuando hablamos de “nuestra” mente o de si está “fuera” o “dentro” lo estamos haciendo implícitamente desde un observador separado de ella. De hecho ni siquiera existe un lugar para la misma. La Mente ES.

Por lo tanto el observador deja de ser una identidad diferenciada, para ser parte, para ser una imagen más.

Entonces descubrirá que hay una percepción que se ha vuelto tremendamente viva. No está sujeta a nada esencial ni a ninguna imagen, y de la intensidad de esa percepción surge una cualidad diferente de atención y, por tanto, la mente ―por ser ella esa percepción― se ha vuelto extraordinariamente sensible e inteligente en grado sumo.” Krishnamurti

Dicho estado conlleva un despertar. Un estado de alerta y percepción sobre sí mismo y sobre lo que le rodea. Un estado que percibe y se percibe a sí mismo, pues se hace consciente que ese observador con el que se ha estado identificando durante tanto tiempo no es más que un filtro más, una imagen más condicionada que busca constantemente un ideal de lo que debería ser. Ese «observador» pasa a ser parte de un TODO. Ya no observamos a través de él. Ya no no nos identificamos a través de él. No se percibe solamente a través de él. Por lo que deja de ser Observador para ser parte de un Todo. Deja de ser un «yo» Observador…para ser Observado…por una consciencia.  Ese estado de percepción nuevo es Consciencia. Es presencia.

De hecho, no es una casualidad que diversas ramas del Taoismo o del Budismo enfoquen parte de su enseñanza en trascender esta identificación con ese «sentimiento del yo» del que hemos hablado en otras ocasiones. Esta identificación crea una  separación constante entre un «Yo pensador» y otra cosa. Existe una división ilusoria que engendra conflicto. Una fricción que siempre va a crear conflicto. Pues ese «yo» es el que sentirá miedo de «algo», siempre huirá psicológicamente de «algo», sentirá placer, dolor o alivio de «algo». Un sufrimiento que no nos permite fluir. No nos permite percibir lo que ES.

De ahí a que cuando se integre ese «yo», no tendremos miedo de algo u otra cosa, simplemente porque no hay separación. Y al no haber separación…nosotros SOMOS el miedo. En ese estado hay presencia absoluta. La misma percepción es acción.

Hasta aquí hemos hablado del Observador.

¿Y el exterior observado? ¿Que es para nosotros?

Si bien en el día a día sentimos cierta separación, es en estados de meditación donde grandes maestros intentaban explicar como nuestro estado de percepción se desvanecía en otro aún más grande. Como si una esfera concéntrica se desvaneciera en otra más grande. Una vez más el pensamiento binario, El Uno y el Todo, El yo y el otro, terminaba desvaneciéndose. 

En la antigua China, antes de que un artista empezara a pintar cualquier cosa ―un árbol, por ejemplo― se sentaba frente a él durante días, meses, años, no importaba cuánto tiempo, hasta que él era el árbol. No se identificaba con el árbol sino que era el árbol. Esto significa que no había espacio entre él y el árbol, ningún espacio entre el observador y lo observado; no había experimentador percibiendo la belleza, el movimiento, las sombras, la extensión de una hoja, la cualidad del color. Él era totalmente el árbol, y sólo en ese estado podía pintar. Krishnamurti.

Directamente el observador se convertía en el paisaje.

Por ello, trabajar con la técnica de psicointegración y realizar meditación (sentidos físicos apagados) ayudan a sentir esa verdad de no separación: Primero del propio «yo observador» y acto seguido sobre el «entorno observado».

Para finalizar, haciendo alusión a la introducción, hemos hablado en reflexiones anteriores sobre la delimitación del “sentimiento del yo” y del “sentimiento del SER” o delimitaciones binarias entre una consciencia superior y otra inferior. Construcciones mentales que nos han ayudado a crecer haciendo introspección separando la paja del trigo. Pero dichas ideas basadas en la dualidad deben utilizarse con cierta precaución ya que han sido utilizadas por numerosas “escuelas espirituales” como inmutables, corriendo el peligro de tomar demasiada fuerza. Un filtro en nuestra percepción. Un pensamiento demasiado sólido y por lo tanto separado. La ilusión de la separación entre el observador y lo observado volvería a establecerse.

Si queremos dar un salto cualitativo es hora de dar un paso más. Es hora de trascender esa delimitación.

Fuente: https://www.nodualidad.info/charlas/observador-observado.html

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Luis Sanmartin . ( Octubre 2019)