Se habla que todos nos equivocamos y en ocasiones los errores son producidos por pequeños detalles. Se dan pautas sobre cómo encarar los errores y cómo tratar de disminuir los mismos a la vez que se ahonda en las distintas maneras de encararlos.
Normalmente intenta mos hacer las cosas bien, intentamos no equivocarnos en nuestras tareas más o menos cotidianas, en lo que hacemos en el día a día. Normalmente tratamos de hacer las cosas bien para sentirnos bien con nosotros mismos y aquí no hay ningún problema, a diferencia de lo que algunos nos han mal enseñado a que las cosas hay que hacerlas para hacer sentir bien al otro. Está bien que hay que hacer sentir bien al otro, pero haciéndonos sentir bien a nosotros mismos también. No es ningún acto de egocentrismo pensar en estar bien nosotros también. No, no lo es. Normalmente actuamos en el día a día intentando sentirnos bien nosotros, luego ya, dependerá de quién, tratará también de intentar hacer sentir bien a los demás, pero a veces no nos damos cuenta que desgraciadamente todo se rige en detalles, pequeños detalles y que por más que intentemos, a veces con la intención no basta, a veces con la mejor de las intenciones también nos podemos equivocar porque –como he dicho- la vida se rige en detalles, un pequeño detalle puede marcar la diferencia. Sabemos que el lenguaje, el vocabulario es muy pobre y tenemos distintos ejemplos de cómo un pequeño detalle puede dar a entender al receptor lo contrario de lo que estamos intentando transmitir. Bien, pues en la vida pasa exactamente lo mismo, sucede que un pequeño detalle te puede hacer errar, te puede hacer equivocar y a veces ese pequeño error –depende de lo pequeño que sea- no tiene arreglo, porque no tiene a veces porque ser un pequeño error, a veces, sin querer, podemos cometer grandes errores, no solo pequeños errores y por mucho que pensemos: “Bueno, no lo hice queriendo”, ese error –grave o no- puede no tener arreglo. Hay quien evade el error, quien lo escaquea, quien lo escabulle… y hay quien lo confronta con responsabilidad sabiendo que a pesar de no ser ex profeso, fue error de uno y si bien no se puede enmendar, si bien no se puede reparar, uno trata de hacerse lo más responsable posible del tema… A eso es a lo que yo llamo responsabilidad. Pero a veces un pequeño error nos puede costar un empleo, un error en tu trabajo puede costarte el empleo, un error en lo que haces puede costarte una relación, a veces una relación de veinte, de treinta años… Sí es cierto que pasa por parte del otro tratar de tolerar, tratar de comprender que nadie es un robot, que nadie está programado y que nadie es perfecto -aparte del Absoluto- y que todos podemos equivocarnos. Pero nosotros no podemos de alguna manera controlar como si fueran marionetas lo que el otro vaya a hacer, nosotros no podemos exigir al otro que nos comprenda, no podemos exigir al otro que nos tolere, porque el otro tiene libre albedrío y desde sus roles del ego o no, va a hacer lo que considere, entonces ya no parte de nosotros, ya parte del otro; uno entonces puede pensar: “Bueno, entonces ya no va conmigo. Yo me equivoqué sin querer, ya no va para conmigo. Le paso la pelota al otro, que decida lo que tiene que hacer”. ¡No! Se entiende que todos nos equivocamos, yo el primero, todos en nuestro día a día, pero la idea es tratar de equivocarse cuantas menos veces mejor y eso nunca nos va a alejar por completo del error porque siempre vamos a errar, pero ¿por qué? ¿Por qué se dan esos errores? Puede preguntar alguno.
A veces es por falta de atención. ¿Y a qué es debida la falta de atención? Puede ser debida a múltiples causas: a que tenemos un mal día, a que tenemos la mente pensando en otro tema que para nosotros puede ser más importante… “Ayer discutí con mi pareja y me siento mal”. La falta de atención puede ser también un exceso de confianza, estoy tan seguro que lo voy a hacer bien, tan seguro, que no presto atención y me equivoco; pero ojo, equivocarse también es una falta de confianza, porque si uno tiene una falta de confianza tal que va a estar mirando con lupa todo lo que haga, lo más seguro es que se vaya a equivocar muy pronto porque se va a poner nervioso, porque la mente reactiva va a comenzar a aflorar y para no equivocarnos –porque la mente reactiva se equivoca mucho- hace falta utilizar la mente analítica; la mente analítica es la que analiza, es la que te da pausa, es la que te deja fijarte en detalles y estamos hablando precisamente de que esos detalles si no los tomamos en cuenta podemos equivocarnos. Estamos hablando de detalles, estamos hablando de errores, pero un error puede ser estar reunido con tu pareja y persona que has estado fenomenalmente en la relación durante perfectamente quince, veinte años y lo valoras mucho porque te costó muchísimo acceder a esa persona y, de repente, podemos decir algo fuera de lugar por no prestar atención o por no ponernos en la piel del otro y, de repente, la relación se va al traste. Puede suceder también en nuestro empleo. De repente estoy cortando madera, pero no presto atención y puedo cargarme la obra, la mesa, lo que fuera o a la hora de construir un edificio y no presto atención y luego se me va todo abajo y a veces las consecuencias de esos errores involuntarios pueden ser fatales o pueden quedar en pequeñas consecuencias. Sea como sea y a sabiendas de que nunca vamos a dejar de cometer errores, la idea para minimizarlos es tratar de prestar atención a los detalles sin obsesionarnos con ellos, porque si nos obsesionamos, seguro que vamos a errar más porque la obsesión es fruto de la mente reactiva y la mente reactiva no razona, te impide fijarte, te desconcierta.
Por eso ese equilibrio es tan importante a la hora de no cometer errores o de minimizarlos, tratar de fijarse en los detalles desde la mente analítica sin obsesionarse con los detalles, pero hay mucha gente que pasa por alto esos detalles y dicen: “Bueno, llevo haciendo esto cuarenta años, no voy a equivocarme ahora” y en el momento menos esperado se equivocan y todo se derrumba como un castillo de naipes. Luego es la reacción posterior a esa equivocación, porque puede haber una reacción posterior que se culpe infinitamente y bueno, uno tiene que entender que no lo hizo ex profeso, que no lo hizo queriendo, eso uno lo tiene que entender, por lo tanto, no hace falta dramatizar; se entiende que si ese error te ha costado un empleo desde hace cuarenta años y que ahora lo vas a tener difícil para mantener a tu familia, es lógico que vas a estar mal, pero de nada te sirve estar torturándote de tu error si ha sido involuntaria esa falta de atención en ese pequeño detalle, en ese momento exacto, eso ya no se va a poder reparar y si perdemos nuestras energías intentando llorar la pérdida, no vamos a tener energías para confrontar luego, para buscar un nuevo empleo, etc. Y para eso hace falta reponerse del duro golpe, va a haber personas que les va a ser más sencillo que a otras, es lógico, porque tampoco las cartas que yo doy, las cartas que yo estoy dando no son varitas mágicas, sino que cada uno lo tiene que escuchar y trabajar y lo que yo estoy diciendo a uno le servirá mucho, a otro le servirá un poco y a otro puede no servirle de nada, porque no todos somos iguales, por eso es tan necesario escucharlo todo individualizadamente porque cada caso es concreto, no hay dos casos iguales, no hay dos personas iguales. Pero aparte de la persona que se derrumba, puede haber también una consecuencia que sea la de no darle importancia al error que, por ejemplo, te ha costado el empleo o que te ha costado la relación o que te ha costado un proyecto y a veces hay personas que se toman lo contrario exactamente: “Bueno no pasa nada” y se lo toman todo muy a la ligera, ¿cómo no pasa nada? Esa persona que no le da importancia seguramente mañana en otro empleo se va a volver a equivocar y otra vez y otra vez y otra vez porque va a seguir sin prestar atención a los pequeños detalles, por eso para esa persona es importante darse cuenta no solo que lo que ha perdido es relativamente importante en función de lo que haya perdido, sino también entender que esos errores se pueden corregir prestando más atención a los detalles, estando más concentrado. Pero todo esto son reacciones, reacción de la persona que se equivoca y de repente se tormenta culpándose una y otra vez a pesar de no haber sido ex profeso el detalle de la persona que se equivoca y de repente su reacción es –vamos a llamarlo- pasiva, en lo cual no presta atención a su propio error y no repara en las consecuencias, sino que incluso se desentiende de estas: “Yo no quiero saber nada de lo que ha pasado, yo no fui, fue el otro” y echando las culpas a los demás porque el rol del ego y la mente reactiva son propensas a nunca asumir responsabilidad, sino siempre a culpar al otro, siempre a culpar al otro y si no hay otro van a culpar al azar o “Bueno es que este material no era bueno” o “Bueno es que esta herramienta estaba rota”. Estamos en las mismas, estamos hablando de dos extremos: la persona que dramatiza y la persona que echa las culpas al otro si la cosa no va conmigo. Y la persona que se equivoca tiene que darse cuenta primero de todo que el error ha sido suyo, porque luego hay una tercera parte, que son las personas que se equivocan, pero no quieren darse cuenta y entonces niegan haberse equivocado.
-Mira como ha construido esa columna medio torcida.
-No, está bien.
Y él se auto-convence de que se está bien esa columna, yo no puedo haberlo hecho mal y empiezan a aflorar los roles de ego.
-Yo no puedo haberlo hecho mal, no puedo equivocarme yo.
¿Por qué no puedes equivocarte tú? ¡Todos podemos equivocarnos alguna vez! Pero lo importante es aprender a hacer autocrítica y aprender a reconocer los errores cuando uno se equivoca, algo muy complicado porque esa persona va a autoengañarse a sí misma y de verdad va creerse que lo construyó bien el pilar aunque en el fondo sepa que no es así y cuando uno construye encima de un error, el error se agrava y luego de repente la columna se viene abajo y todo lo que habíamos colocado encima se viene abajo provocando desastres monumentales, incluso heridos, en ese ejemplo. ¿Por qué? Porque la persona se empecinó desde sus roles del ego a pensar que no se había equivocado y que todo lo había hecho bien, por eso es tan importante visualizar las cosas con retrospectiva con impersonalidad, desde afuera, sabiendo y entendiendo que todos somos falibles y todos podemos fallar, todos nos podemos equivocar en el día a día en todo. Solo de esa manera haremos autocrítica y solo de esa manera, no solo aprenderemos de nuestros errores, sino que podremos ayudar a los demás a que corrijan errores propios, pero por supuesto –como he dicho en múltiples oportunidades- le respetaremos también que el otro no quiera que lo ayudemos a darse cuenta de sus errores, porque no todos están preparados para darse cuenta de sus errores y lo único que podemos hacer es intentarlo, intentar que el otro haga autocrítica, pero no siempre vamos a conseguir que el otro haga autocrítica, porque la crítica más dura es siempre la de uno mismo, es la que más cuesta aceptar y la persona que está reactiva no va a entender una crítica del otro y una crítica constructiva del otro la va a entender como que es una crítica destructiva. La diferencia entre crítica constructiva y crítica destructiva es que la crítica constructiva trata de arreglar algo con una alternativa válida: “Mira, si esto lo construyes así se va a caer. Intenta hacerlo de este otro modo”. Y da una alternativa válida, mientras que la crítica destructiva –que solo busca precisamente eso, destruir-: “Bueno, no vales para nada, que mal lo has hecho, todo los haces mal”. Y bueno, ¿y qué aportas tú? ¿Lo haces tú? Dame una alternativa, dime cómo hacerlo. Esa es la diferencia entre la crítica constructiva y la crítica destructiva, pero una persona reactiva, que no razona, que no analiza porque está carente de su mente analítica en ese momento, una crítica constructiva la va a malinterpretar –aparte de las lógicas carencias del lenguaje, como he dicho al principio- y va a pensar que le estás haciendo una crítica destructiva porque los roles del ego suyos en seguida le van a hacer creer que tú eres su enemigo y que lo vas a destruir, entonces se pone a la defensiva. No digo que pase en todos los casos, porque si la persona está analítica y tiene los roles del ego integrados va a saber diferenciar la crítica constructiva de la crítica destructiva analizando, porque la mente analítica analiza, pero vamos a entender también nosotros estando ahora del lado de la persona que presta la mano al otro para que se dé cuenta de su error, vamos también a entender que el otro o vamos a analizar desde nuestra mente analítica y vamos a entender si el otro está o no está bajo los roles del ego y si entendemos que la persona está reactiva, que la persona no va a entender su error –no digo no le decimos, pero- le podemos decir de una manera sutil, porque si le decimos directamente enseguida se va a poner a la defensiva, pero vamos a entender, comprender, que el otro tiene un techo, un límite, por lo menos en ese momento que está reactivo que no lo va a entender y tampoco vamos a gastar nuestras energías en él porque entonces no tenemos energía para nosotros mismos para no cometer esos errores fijándonos en esos pequeños detalles porque si de repente yo pongo toda mi energía para que el otro entienda su error, seguramente luego yo, seguramente voy a errar porque va a haber algún detalle que se me escape, bien porque no tenga la atención puesta en mí o bien porque haya gastado mis energías en el otro, por eso es tan importante diferenciar la persona que pueda entenderte de una persona que no va a entenderte y también es importante saber cuándo uno se tiene que prestar atención a sí mismo también a parte de al otro porque de los errores de los demás se va a tener que hacer responsable el otro, pero el error mío, me voy a tener que hacer responsable yo, por eso voy a estar pendiente de lo que yo haga, porque yo no quiero cometer errores. Los voy a cometer seguramente igual, pero trataré de que sean menos, no solo por mí –sí, también por mí-, pero también por las consecuencias que eso pueda provocar, que a veces son irreversibles. Eso es todo.