Introducción:
Continuando con uno de los grandes maestros del S.XX, Jiddu Krishnamurti, haremos referencia a una terminología utilizada por él y a un desarrollo personal de la misma respecto a una de las nobles verdades del Buda.
Ya se ha comentado que es a través de la amígdala donde se genera la emoción respecto a una experiencia vivida. Es a través de ella donde parte de lo que observamos en el exterior lo hacemos nuestro, le damos nuestro sello emocional. Así, lo que llamamos un recuerdo, queda impregnado con nuestra propia intensidad emocional.
Y de alguna manera, por la propia esencia que somos, eso nos hace únicos.
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Como he comentado en reflexiones anteriores nuestra mente registra como si de un carrete de película se tratase.
Está en nuestra naturaleza registrar, poner emoción y tener sensaciones placenteras como desagradables. Esas imágenes tienen el carácter de estático y permanente en nuestra mente. Se registran en momentos concretos de nuestras vidas.
Y al igual que en nuestra mente se registran traumas (engramas) aludiendo a momentos concretos ya pasados, las sensaciones placenteras también son almacenadas por igual.
Y es que, frente al carácter no permanente de la vida tenemos como contraposición en nuestra esencia, el registro permanente de los hechos.
Si bien en otras reflexiones nos hemos centrado en esos traumas que son un verdadero lastre para nuestro desarrollo, en esta ocasión nos centraremos en las sensaciones placenteras.
En la medida en que nuestro pensamiento busca revivir ese placer, recurre una y otra vez a la imagen mental y a las sensaciones que obtuvo.
Y este estado es una de las razones principales de nuestro sufrimiento.
No se trata del placer como tal. Sino del deseo de revivirlo constantemente. Y para ello condicionamos la propia percepción exterior a NUESTRO registro. Recurrimos a la comparación de lo que “debería ser”, respecto a lo que “es”. Recurrimos a lo que “debería ser” como a MI me gusta, frente a lo que ES.
Todas las condiciones de vida basadas en el apego son dolorosas porque en la medida que abordamos la vida por medio de aferrarnos al placer, este no existe separado de su polo antagónico, el dolor.
Los objetos materiales son un ejemplo sencillo. En una sociedad moderna consumista con un bombardeo continuo de información de todo tipo: coches, televisiones, portátiles, loterías, apuestas etc… crean en nosotros imágenes constantes a las que nuestro pensamiento recurre en busca constantemente del placer. La mente directamente se pierde en su imagen mental: imaginando, haciendo, teniendo tal objeto etc…
Sin embargo no solo de objetos materiales nos apegamos.
Los cientos de películas así como la gran oferta de las series de televisión ( Imágenes) crean en nosotros cierto placer. Hay identificación con personajes o sucesos. Y una vez más nuestro pensamiento busca vivir a través de ellas adoptando roles imaginarios ( roles de héroes, roles de sabios, de protectores, de famosos, de exitosos…)
La música también nos causa cierto placer. No nos engañemos, cientos de personas con auriculares de música se inhiben diariamente del exterior imaginando roles.
El placer sexual es otro ejemplo de muchos. El registro del mismo hace que haya pensamientos que se disparen una y otra vez buscando la recreación mental del placer de lo que fue. La pornografía ha hecho su gran negocio aquí. Pensamientos que se disparan buscando constantemente lo que “debería ser” frente a lo que “es”. No miramos con ojos nuevos.
Compulsiones mentales por doquier.
Gran parte de nuestra vida aparte de utilizarla para dormir, la vivimos a través de nuestra mente. La vivimos a través de pensamientos que se disparan en nosotros.
No nos dejan ver lo que ES. Sino una constante de deseo y evasión con lo que “Debería ser”. Sin darnos cuenta que esa propia evasión, nos trae sufrimiento.
Como dije antes, no se trata del placer como tal. Sino del deseo de revivirlo constantemente y de los pensamientos e imaginaciones que se disparan en la vida diaria.
El ser humano cuanto menos sujeto está a los apegos y a su apasionamiento más va eliminando los vínculos y asociaciones de su mente.
Sin embargo, la propia reencarnación trae dolor como tal. Como comenté en la introducción, siempre vamos a retener, siempre pondremos emoción en situaciones, personas, hechos o cosas. Y nuestra mente caerá una y otra vez en lo que “debería ser” frente a lo que “es”.
Quizás no podamos eliminar el sufrimiento pero al menos por medio de un estado de alerta o de percepción elevada, mantenerlo al mínimo.
(Véase https://tetra-el.org/articulos/reflexiones/del-observador-y-lo-observado/)
Sólo podemos trascender viviendo de instante en instante en un estado de percepción único, dejando atrás el pensamiento y el carácter recurrente del mismo respecto a la imagen, el placer y el dolor.
Y así deja de haber separación.
Y “Lo que es” en nuestro interior y “Lo que es” en el exterior se encuentran.
Luis Sanmartin . ( Diciembre 2019)
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