Médium: Raúl Caballero
Entidad: Ari-El (90% o Thetán de Ari)
Interlocutor: Laura
El Tethán habla de la importancia de descargar engramas, le da un consejo válido para todos y después sigue relatando una vivencia.
Ari-El: Estoy ya incorporado.
Laura: Bienvenido.
Ari-El: Me siento bien porque me voy dando cuenta la importancia que tiene poder descargar, poder comunicarse a través de los sentidos físicos de un receptáculo, de un médium. Estas cosas que a nivel suprafísico se valoran tanto, pero en un 10% encarnado valoran mucho menos y poder expresarlo todo con emociones es la mejor manera que hay de descargar todo eso que a uno le pesa y que quede completamente en un estado neutro, en un recuerdo neutro.
Laura: ¿Te encuentras mejor de las sesiones que has hecho anteriormente?
Ari-El: Seguramente he dedicado mucho más tiempo a resolver incógnitas, a resolver interrogantes de mi parte encarnada que tampoco está mal, tampoco creo que esté mal. Creo que es importante arrojar luz a dudas que mi 10% tenga, pero eso no quita para nada que de alguna manera pueda o deba también aprovechar tiempo para relatar vidas que puedan pesarme. Entonces creo que todo es complementario, si bien todavía no he descargado gran cosa he dado luz como digo a preguntas que es muy importante hacerlo, pero también es muy hacerlo para mi encargarme de borrar engramas de vidas pasadas.
Laura: Antes de que entres en algún engrama que quieras descargar ¿Quieres darle algún mensaje o algún consejo a tu 10%?
Ari-El: ‘Todo mensaje es bien recibido, todo consejo es bien recibido’ piensa mi parte encarnada. Yo le digo: Ari no te rindas, Ari sigue adelante. Porque tu vida vale muchas de lo que tu piensas que vale. Muchas veces te subestimas, muchas veces miras para abajo con temor en lugar de mirar para el frente con determinación, pero puedes hacer aquello que te propongas. No existe una Ari mediocre, sólo existe una Ari mirando hacia la excelencia y de esa manera puedes construir algo muy bueno. Porque nadie llega nunca demasiado tarde al futuro, al presente; sólo llega en el tiempo en el que se debe llegar, y siempre se pueden hacer obras que hasta ahora uno creía imposible. De la manera que sea, de la manera que se te ocurra yo voy a estar a tu lado apoyándote en tus labores, apoyándote en tus empresas, apoyándote en tus ideas. Siempre y cuando esas ideas provengan claramente de tu mente analítica y no provengan de pre-condicionamientos erróneos, externos, reactivos. Como digo, no te preocupes no te laceres porque de vez en cuando te equivoques, pero sobre todo mira hacia el frente con determinación porque un nuevo futuro te espera. Si sigues castigándote por tus errores pasados, ese futuro se te va a escapar, pero todavía puedes alzar la mano extender el brazo, cerrar el puño y agarrar y sostener fuerte ese futuro.
Laura: Muchas gracias.
Ari-El: Tuve una vida pasada, fui a palacio, mi padre realizaba labores artesanales para el palacio para el Gobernador. Yo miraba los alrededores, miraba a un lado, miraba al otro lado, me daba cuenta del lujo en que se vivía, alzaba la vista fuera veía la pobreza de mi pueblo, veía que nos moríamos de hambre, veía que ellos nadaban en abundancia. Miro a padre y le digo ‘esto no es justo padre’, y él me contesta ‘eso ni lo menciones dentro o fuera de este territorio’, yo no lo comprendía en mi inocencia, en mi ignorancia, en la ignorancia de una niña que hace las observaciones pertinentes simplemente porque las encuentra. Muchas diríais que son impertinentes, está bien, entonces son impertinentes. No entendía muchas veces a los mayores, padre me hacía quedarme en el vestíbulo del palacio mientras él entraba en la corte. Armaba todo tipo de piezas artesanales para decorar el palacio, salía con un buen puñado de metales. Yo le miraba y le decía ‘tu tuviste un buen puñado hoy’ y me hacía el gesto de silencio para que callara. Nos alejamos de palacio, estuvo todo el tiempo por el camino en silencio sin mediar palabra, yo lo miré y le dije ‘padre todavía no te entiendo ¿Por qué colaboras con personas que queda demostrado que no les importamos? ¿De verdad lo haces todo por metales? Me resulta tan pobre que así sea’. No me contesta. Al llegar a casa, deja sus metales, los lanza todos desperdigados por encima de la mesa, me dice:
– ¿Cuánto piensas que hay aquí?
– No se.
– Lo suficiente para no hablar, lo suficiente para no opinar y lo suficiente para no ser impertinente en el palacio, así que está bien así.
Yo insisto con mi pregunta recurrente, de forma insistente ‘¿Entonces todo esto es por metales?’, no me responde. Pasaron seis días, al día siete volvimos regularmente como cada siete días a palacio, un viaje a pie, un paseo a pie de aproximadamente cuarenta y cinco minutos caminando de los vuestros, en vuestras medidas. Llegamos nuevamente a palacio, ya sabía lo que me tocaba, quedarme en el vestíbulo mientras él entraba. Lo veo salir, veo que lleva mucho, muchos menos metales que la vez anterior, yo le digo ‘pero ¿por qué?’, me hace el gesto de silencio pero mucho más irritado que la vez anterior hace siete días, de vuelta a casa le digo:
– ¿Por qué no me respondiste? Te dio bastante menos hoy. Respóndeme.
Le digo de forma insistente:
– ¿Todo esto lo haces por metales?
– Si, hija y calla ya. Lo hago por metales.
– Pero ¿por qué? No necesitamos metales padre, podrías estar vendiendo tus obras fuera de aquí en otros lugares.
– No pagarían ni la mitad.
– Pero no necesitamos tantos metales, desde que madre falleció.
– Calla, no pronuncies eso.
– Desde que madre falleció no tenemos tantas bocas que alimentar.
‘¡Calla!’, y me golpea en el rostro, ‘¡Y no vuelvas a hablar más de tu madre, y menos como con alegría de que no esté!’, me puse a llorar no a gritar; lloraba más por dentro que por fuera, pero alguna lágrima traviesa sobresalía de mi rostro. Para mi padre (yo) era lo más importante que había desde que madre no estaba, me había tratado tan bien, pasaba todo el día a su lado y siempre tenía una sonrisa en la boca excepto cuando después de siete días habíamos de volver al palacio, donde la cambiaba el rostro. No me contaba nada, no conseguía que me contara nada.
Laura: ¿Te sentías incomprendida porque le preguntabas a tu padre y no te respondía, no te lo explicaba?
Ari-El: Sentía que era injusto porque teníamos una relación muy íntima, vivíamos permanentemente juntos y siempre me contaba todo y que de repente no me contara nada a mi me hacía daño. Era como que sentía que él no confiaba en mi y en quién más va a confiar si se pasa el día conmigo. Era para mi muy muy, no se como decirlo, triste, muy triste era.
Laura: Y cuando te una bofetada ¿Cómo te sentiste?
Ari-El: Sentí ese momento un rol de culpa, sentí que me la había merecido, sentí que le debió haber dolido mucho lo que le dije. Me sentí sumamente avergonzada, eso me lo hizo pasar mal, fue en la vida suprafísica de un espíritu uno vive muchas cosas y uno tiene muchas bofetadas. Pero esa fue la que más me dolió, fue una bofetada desde la emoción, como si me intentara decir muchas cosas con un simple golpe. Como si me estuviera acariciando el alma, como si estuviera pensando en mi y no en él, como si intentara protegerme de algo que yo no debía saber. No puedo decir que eso es lo que pensé, pero si fue lo que internamente sentí, nunca pude reconocer lo que sentí hasta que desencarno, pero si pude sentirme muy triste, muy triste, fue como un momento en el que él jamás me había levantado la mano y me dolió más ese golpe que todos los espadazos o los disparos que he recibido en todas mis vidas juntas. Porque fue un golpe significativo, porque fue un golpe a mi alma, porque fue una advertencia, una advertencia de lo que más tarde iba a suceder. Esa bofetada que en ese momento eché de más, tiempo después echaría de menos, muy de menos.
Un día no podía dormir, no dejaba de pensar en el daño que le debía haber hecho, me sentía sumamente inútil por no poder serle de ayuda, de contenedor, porque no podía confiar en mi. Me levanto y de repente veo que padre llega a casa ¿Dónde estaba a estas horas? Más allá de la medianoche. Deja algo y veo que se marcha a otra habitación, salgo yo y me veo un hacha que él utilizaba para tallar, lo utilizaba como herramienta, y la vi ensangrentada. Quise irme a mi habitación, pero antes de eso el salió y me encontró ahí al lado de su herramienta. Me mira con ojos de locura, se acerca a mi con rabia, me agarra de los hombros, me lleva a mi habitación, me tumba y me dice ‘No has visto nada ¿entendido?’ y cierra la puerta. Sus ojos estaban llenos de tristeza, no de rabia, de tristeza, era como si llorara su alma. Al día siguiente amanecí, su hacha ya no estaba, había un pequeño rastro de sangre, lo seguí junto al río allí estaba él, me ve, llevaba una pala en la mano, me da la mano, estuve callada todo el camino y me decía ‘¿Qué, quieres que vayamos a pescar luego? Puede ser divertido’ y yo le dije ‘Sí’ con una voz muy tímida, él me dijo ‘¿Qué pasa? ¿No quieres que nos divirtamos como siempre?’, asentí con la cabeza. Fuimos a pescar, me dijo ‘Estas más callada de lo normal ¿Qué quieres decirme? Te escucho’, en ese momento se me abrió todo un abanico de posibilidades ¿le pregunto? tenía tantas dudas, pero qué le podía preguntar, tenía miedo de preguntar, pero por otro lado tenia tantas y tantas dudas que quería preguntarle. Tuve miedo, me sentí mal cuando me abofeteó, tuve miedo cuando se acercó a mi en la noche y me agarró, miedo pero por otro lado sufría por él ¿qué le podía preguntar?’ le dije ‘no, esta bien’, tal vez desperdiciando mis últimas opciones de arrojar luz. Entonces él me dijo ‘sé lo que estás pensando y no entiendes muchas cosas, créeme a veces hay momentos en la vida que es mejor no comprender nada, porque sólo eso te va a mantener alejada de cosas que no debes saber’, me dijo ‘ven’, nos fuimos a la casa, me enseña una caja que tenía, es una especie de baúl, lo abre y me dice:
– Míralo ¿qué ves?
– Está lleno de metales, son muchísimos.
– Hasta ahora, te lo había escondido. Ya no, sabes donde están, están aquí. Son tuyos, algún día los vas a necesitar. Están aquí, no se van a mover del sitio, no mientras yo siga con vida.
– Pero aquí tenemos más de lo que necesitamos para vivir te lo dije ya no necesitamos tanto, no necesitamos tantos metales. Podrías vender tus obras a personas más comunes aunque te pagaran menos, pero no tendrías que verte con el señor. Te pones mal cuando lo ves, te pones triste, me tratas mal, te tratas mal a ti mismo, no eres feliz con él. No hagas tratos con él, aunque hagas menos metales véndeselos a personas más honradas. No necesitamos tanto.
– Hoy no necesitamos tanto tienes razón, pero tal vez mañana sí lo necesitemos, quien sabe.
– ¿Lo haces todo por un principio de incertidumbre? ¿Por una duda que te embarga? ¿Sólo por eso? ¿O sabes algo que no me quieres decir?
– Bueno, tu sabes donde está, por ahora es suficiente, quiero que te quedes con eso.
Eran tantas las dudas que yo tenía en aquel entonces y vivía todos los días sin darme cuenta de que cada uno de esos días, que cada uno de esos instantes, de esos minutos que pasaría, después los echaría de menos. Gracias por escucharme, hasta la próxima.
Laura: Hasta todo momento.
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