Durante mucho tiempo hemos vivido en una realidad paralela en materia de reciclaje.
Efectivamente, las cifras oficiales, bendecidas por todos los organismos incluso europeos, equiparaban los datos de recogida selectiva con los datos de reciclaje, como si todo lo que se recoge selectivamente en contenedores u otros sistemas fuera a ser reciclado. Nada más alejado de la realidad.
La recogida selectiva mediante sistemas de contenedores separados presenta unas ratios de calidad del material bastante pobres. Esto significa que no todo lo que se deposita en dichos contenedores es susceptible de ser reciclado.
Por una parte, existen los impropios, es decir, residuos que no se corresponden con la tipología de contenedor que los ha acogido; bien sea por desconocimiento, por equivocación o bien sea intencionado por quienes los han depositado.
Además de lo anterior, otra fracción de lo depositado presenta un grado de contaminación tal que hace inviable su reciclaje posterior. Así envases de todo tipo que presentan restos de líquidos que han pasado a un estado de putrefacción, papel y cartón impregnado de sustancias contaminantes incompatibles con el proceso de reciclado y otras situaciones similares, reducen notablemente la cantidad que puede acabar en procesos de reciclaje y recuperación de materiales. Finalmente, parte de los envases o materiales que los constituyen, simplemente, no son reciclables.
En los contenedores de materia orgánica, el grado de impropios en algunos casos alcanza el 50%, siendo muy frecuentes porcentajes del 20 o 30%. Con ello nos referimos a materiales que no son orgánicos, o bien no son compostables y por ello no deben entregarse conjuntamente con la materia orgánica. Con ese nivel de impropios, simplemente no puede procederse a un compostaje de primer nivel, por lo que, o bien se lleva a cabo una selección previa de esa materia orgánica, o bien se procede a compostajes de inferior calidad, que en muchos casos no encuentran aplicación práctica, acabando en vertederos, o siendo rechazados y transferidos al proceso de incineración en algunos municipios, o de todas aquellas regiones que han apostado por la incineración o vertido cero.
La recogida selectiva mediante sistemas de contenedores separados presenta unas ratios de calidad del material bastante pobres.
Las recogidas “puerta a puerta” acostumbran a presentar resultados de “calidad” de material recogido superiores al sistema de contenedores, y es uno de los argumentos para su implantación. No obstante, sigue habiendo una presencia notoria de impropios en cada uno de los flujos recogidos.
Pero la cosa no acaba con la separación de los impropios de la recogida, con su correspondiente rechazo destinado a eliminación. Sigue habiendo desperdicios en los propios procesos de reciclado, rechazando una parte por razones diversas (exceso de presión de prensado en origen, materiales que son rechazados por el sistema de procesado…).
En resumen, que podemos estimar que se recicla realmente como máximo un 60% del total recogido en el caso de envases o papel y menor todavía en el caso de materia orgánica.
Aquellos sistemas de tratamiento que incorporan plantas de selección previa mediante sistemas mecánicos y biológicos, conocidas como plantas TMB, consistentes en una selección previa de los residuos recogidos en masa, tratando de separar cada fracción de residuos para su posterior reciclaje, y el resto destinarlo a eliminación, presentan unos resultados muy poco eficientes. En términos globales, el porcentaje de residuos de entrada que acaban efectivamente reciclados o bien en compostaje calidad A, es escaso, llegando a ser inferior al 10% del total de entrada en algunos casos, y nunca superior al 50%. El resto, acaba en la incineradora o el vertedero, suponiendo un encarecimiento del proceso de eliminación de residuos que no se compensa en términos ambientales ni económicos. Tal es la situación, que en varias regiones en las que se ha instalado este sistema de plantas TMB, se está analizando seriamente su continuidad, tras unos años de explotación, y a la vista de las dificultades para obtener valores razonables de recuperación y reciclaje.
La Unión Europea, por fin consciente de la realidad, ha optado por cambiar la terminología, estableciendo objetivos de “preparación para la reutilización y el reciclaje”, es decir, de recogida selectiva, y no de reciclaje propiamente dicho.
Podemos estimar que se recicla realmente como máximo un 60% del total recogido en el caso de envases o papel
Frente a esta situación, tenemos el caso de la ciudad de Ámsterdam.
Desde hace casi un siglo, ha apostado por la incineración con recuperación energética como base fundamental de su modelo de gestión de residuos.
A finales del siglo XX se propuso liderar mundialmente el proceso de incineración, diseñando una planta adicional a las que ya disponía, y que presenta un rendimiento energético superior al 30% en generación eléctrica, frente al 22% de las mejores plantas convencionales, como la de Son Reus en Mallorca, y similar a algunas centrales térmicas de producción de electricidad.
Este resultado es el fruto de una importante tarea de investigación y desarrollo, que permite disponer de un conocimiento muy avanzado en combustión y tecnología de aprovechamiento energético, con un efecto “arrastre” de pymes tecnológicas nada despreciable, y generador de un importante polo de conocimiento y aplicaciones que van mucho más allá que el mero tratamiento de residuos, generando un importante valor añadido.
Además, disponen de una innovadora planta de tratamiento de las escorias y cenizas generadas en la incineración, lo que les permite recuperar todo el material resultante de la incineración, metales y material reciclado para construcción, reciclando o valorizándolo, de forma que se alcanza el vertido cero. Todo ello le permite un sistema de recogida más simplificado y cómodo para la ciudadanía.
Esta opción no es fruto del azar. Se han llevado a cabo estudios muy serios, que ponen de manifiesto un nivel de recuperación y reciclaje superior, con un menor impacto ambiental global.
La cuestión que debería hacernos meditar es que Holanda, con Ámsterdam a la cabeza, figura en primera posición del ranking que establece la Unión Europea en gestión de residuos, seguida por Dinamarca, sede de la Agencia Europea del Medio Ambiente, que también tiene un modelo similar de gestión de residuos.
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Mauricio Masiello |