Muchas veces se nos plantean propuestas o determinadas personas quisieran compartir algún tiempo o actividad con nosotros…y en muchas ocasiones decimos: -No tengo tiempo, ahora no tengo tiempo- … ¿Será que no tenemos tiempo realmente?
Es cierto que en los tiempos que corren tengamos que realizar muchas actividades, según estudiemos, trabajemos, tengamos pareja o inclusive hijos y demás responsabilidades…Pero ¿realmente no tenemos tiempo? O sería mucho más asertivo decir: lo que me propones no está dentro de mis prioridades.
Es muy posible que esto que comento sea mucho más exacto, pero también propone algo interesante y que está más que justificado: si tú no tienes tiempo para mí, por qué motivo yo debería hacerme tiempo para atenderte a ti.
Lo que comento puede tener distintas lecturas, pero desde donde lo voy a enfocar, hay dos posibles. Una sería la persona que sólo se interesa por su vida, por sus cosas, sólo le importan sus menesteres y la otra es el que aprende a brindarse, a ofrecer servicio.
La persona que sólo ve importante sus cosas, desestimará cualquier cosa que no esté dentro de su cono de interés y eso puede reducirse a sí mismo o en el mejor de los casos a su entorno familiar más cerrado. En definitiva los que viven de puertas hacia dentro.
Imaginemos por un segundo, tan sólo por un segundo que todas las personas que conocemos, teniendo o no pareja, hijos, trabajos, ocupaciones y un largo etcétera, pensaran de la misma forma… ¿Qué tipo de mundo sería? Nadie se dignaría a colaborar con nadie. Porque todos priorizarían sus cosas y sólo sus cosas…qué mundo tan mezquino sería, ¿no?
Qué tan importante es lo que tengo que hacer yo en mi día a día que no tengo ninguna, pero ninguna posibilidad de colaborar con alguien. Sin dudas debo ser la persona más ocupada del mundo o la que realiza las tareas más importantes que cualquier otra, sin dudas también…
¿Realmente creemos eso? ¿Somos tan importantes y es tan importante lo que hacemos que no podemos ni siquiera evaluar perder algo de nuestro preciado tiempo para escuchar a alguien, para tender una mano o simplemente para tener una charla distendida?
Qué enorme alimento para nuestro ego, gigante, tan enorme que no nos permite ver más allá de él mismo. Piénselo por un momento, al menos por un momento.
Entonces, de alguna forma esto implicaría que las personas que se comprometen en tareas de servicio o colaborativas o quienes abren su corazón a quienes lo precisen, son unos tontos o hacen cosas de poco valor o intrascendentes.
¿Cuál sería entonces la razón que los impulsa? Les sobra tiempo o su tiempo es tan insignificante que simplemente se muestran disponibles, ¿será así? ¿Lo creen, realmente lo creen de esa forma? ¿No será que sus prioridades son otras y que yo puedo llegar a ser la prioridad de esa persona con sólo necesitar su atención?
Y si esa persona me da prioridad… ¿No significará que me toma por un igual, por empatía, esa hermosa cualidad inclusive del amor impersonal? No hablo del amor personal donde sí o sí se necesita un vínculo, sino del impersonal… donde inclusive no necesito conocer a la persona, pero en ese momento me pongo a su disposición. Da para pensar…da para reflexionar.
Si realmente valoramos que se nos tenga en cuenta, que nuestros problemas tengan la oportunidad de ser compartidos, de poder expresarnos libremente y sentirnos escuchados y respetados… si realmente considero que esto es importante porque lo experimento cuando alguien me ofrece su tiempo, su atención desinteresada, ¿cómo es que yo no lo comprendo aún? ¿Acaso no somos todos iguales en valía?…
Me gustaría que lo piensen, que lo mediten y saquen sus propias conclusiones.
Gracias por leerme.
Roberto Carlos Brandán