Sesión con el Maestro Jesús, donde responde preguntas y da un hermoso e importante mensaje de luz para este Domingo de Pascua.
Médium: Raúl Caballero
Entidad: Maestro Jesús
Interlocutora: Laura Castelló
Interlocutora: ¡Bienvenido, Maestro!
Ien-El: ¡Gracias! Gracias por esta oportunidad nueva, hermana, porque sé que es importante para vosotros para poder escuchar mensajes, para poder escuchar servicio.
Y sé que muchos de vosotros, hermanos, prestáis servicio siempre en vuestro día a día y sé que eso lo agradecemos todos. Tanto el Padre, como yo, como todos mis hermanos.
Y sé que es lo que expliqué hace dos milenios en vida cuando explicaba que lo más importante es tender la mano al otro, pero no un día, no dos días, sino todos los días de forma cotidiana, no hacer feliz al otro porque sea su cumpleaños o su aniversario o porque sea un día señalado, sino hacer feliz al otro siempre.
En cada momento, en cada momento minuto, cada día. Siempre que tengáis la oportunidad.
Y eso sé que lo hacéis y eso es agradable para mí, porque me doy cuenta que lo que expliqué hace dos milenios algunos lo han entendido. Por lo menos, algunos.
Por lo que no fue en vano. No, no pienso que lo fuera.
Interlocutora: Te hemos intencionado por estas fechas tan señaladas. Entonces, si me dejas realizarte un par de preguntas o si quieres expresarte… como quieras.
Ien-El: Las preguntas siempre son interesantes y las respuestas son buenas respuestas si son buenas preguntas. Y eso no lo digo yo, lo dicen otros hermanos míos.
Así que puedes preguntarme lo que quieras, que es lo que siempre les decía también a todos en vida, ¿no? Que podían preguntarme.
Nunca me hice el interesante, quería que la gente me preguntase porque quería que la gente lo entendiera.
No como loros, sino que lo entendiera de verdad.
Puedes preguntarme.
Interlocutora: Vale. ¿Cuál es la función de un logos y cómo llegaste a tener ese cargo?
Ien-El: No es un cargo, no me gusta llamarlo cargo, porque cargo implica en vuestros términos algo que pesa, ¿no? Algo que no es agradable, de alguna manera.
Y para mí, no me pesa. Es agradable porque sé que estoy sirviendo a todos los demás. No me gusta la palabra «cargo».
No es un cargo tampoco como vosotros lo llamáis porque nadie te coloca, ¿no? No es como en un puesto de trabajo, sino que uno está ahí sirviendo, sirve cada día y cuando uno se da cuenta está como un logos.
Pero es un pacto, es una decisión entre varios hermanos míos y yo. Es todo un pacto, nadie es nada que no quiere que sea.
Todo se llega a un consenso. Todo se llega a un equilibrio. No hay imposición.
No es un cargo, no es una jerarquía, no hay un trabajo estático. No hago yo más de lo que hacen todos los otros hermanos míos.
Y yo como logos no hago más de lo que hacen los otros hermanos míos. ¿Se entiende?
Hago lo que puedo, intento preservar todas las entidades de vuestro Sistema Solar, todas.
Y puedo fallar y me puedo equivocar, como me equivoqué en vida también. Y todos los demás me apoyan, me ayudan, y hacen tanto o más que yo en sus quehaceres.
En el día a día, vosotros mismos hacéis más que yo.
Vosotros mismos desde vuestro plano físico hacéis más que yo desde mi cargo, porque ayudáis en el día a día.
Y con ese cuerpo físico sin memoria reencarnativa, podéis ayudar a tanta gente que esta pérdida y sin rumbo…
A mí no me escuchan, hermana, a mí no me escuchan. A mí no me entienden cuando yo me comunico. No me siento incomprendido, pero la ceguera a veces eso hace que no me escuchen.
En vuestro plano físico tenéis ruidos y no siempre se nos escucha.
Vosotros hacéis más que yo, porque vosotros podéis ayudar en el plano físico, interactuar los unos con los otros, salvar al otro de la desesperación, escuchar al otro cuando necesita ser escuchado o darle palabras de aliento cuando las necesita.
Eso son cosas que yo ya no puedo hacer desde donde estoy. Son cosas que hice cuando estuve encarnado y de las cuales me siento orgulloso, pero son cosas que hacéis vosotros.
No quiero que se endiose mi figura, yo no hice más de lo que hacéis vosotros en el día a día.
El ayudar a todos, el tender la mano a quien necesita que se la tiendan. El consolar al afligido, el escuchar al que necesita ser escuchado son cosas que hacéis vosotros también, no son cosas que exclusivamente hice yo hace dos mil años. No lo son.
Y, actualmente desde mi cargo, no hago más de lo que hacéis vosotros. Intento comunicarme con todas las entidades que ayudan en todos los planetas y ya está.
No hago más, realmente no hago más.
Y no se llega, no es un cargo al que se llega. Insisto, todo se llega por consenso. Y no me interesa, además, ese cargo porque no creo que lo importante sea ser logos de nada.
Creo que lo importante es respirar con la sencillez que respiráis vosotros desde vuestro plano y no quiero que penséis en Semana Santa como si yo hubiese hecho nada especial, porque creo que cada uno de vosotros hacéis más en el día a día de lo que yo hice hace dos mil años.
No creo que se deba considerar mi figura de hace dos mil años, sino que se debe considerar vuestra figura de ahora. Y mi figura no se debe considerar en tiempos de Semana Santa, sino en todos los tiempos, al igual que vuestra figura.
Lo importante es lo que hacéis en el día a día, no es lo que yo hice tanto tiempo atrás. A veces, vosotros decís con palabras físicas que lo pasado, pasado está.
Y si lo que hice en el pasado sirve para dejar algún ejemplo a seguir o para levantar a algunas personas, entonces bien está lo que hice. Pero hay que mirar de cara al futuro y no al pasado.
Hay que mirar con el presente en la mano y con el futuro delante. Y el pasado, pasado y ya pasó.
Intentar que los demás estéis bien es lo que me importa ahora en el tiempo presente.
Las gestas quedan en el pasado. Tal vez no en el olvido, pero sí en el pasado.
Espero que se entienda el mensaje, porque intento que llegue a todos.
No a unos pocos, intento que llegue a todos y esta era mi intención también de hace dos milenios.
Yo hace dos milenios no hice lo que hice para que se recordase dos milenios después, sino para que algo se aprendiese en el día a día y se aplicase en el día a día.
No para que haya 15 días en los que se recuerde lo que hice. ¿Me entiendes?
Interlocutora: Sí.
Ien-El: Ese sería el mensaje real. Lo mismo que explico ahora lo explicaba antes, porque digo lo mismo. Explico que los milagros no los obro yo, los obráis vosotros. Y que los milagros no se obran en Semana Santa, en 15 días, los milagros se obran cada día, a cada minuto.
Un milagro es hacer sonreír a aquel que esta triste, ese es un milagro mucho mayor que los milagros que yo hice. Muchísimo mayor.
Un milagro es darle esperanza a quien la perdió.
Ese milagro vale todos los milagros que yo hice, todos.
Interlocutora: ¿Paso a la siguiente pregunta?
Ien-El: Claro, por favor.
Interlocutor: Así como los espíritus y ángeles, tanto 90% como 100%, tienen guía angélico y guía espiritual: ¿Tienes tú actualmente guía espiritual y ángel guía? ¿Y cuáles son sus nombres?
Ien-El: ¡Cómo no voy a tener! Soy un espíritu cualquiera. Soy un espíritu cualquiera que intenta ayudar en el día a día. Pero no ayudo más de lo que hace mis otros Hermanos de Luz. Todos ayudamos en nuestra justa medida.
Y claro que tengo, ¡claro! ¡Cómo no voy a tener guía yo también! No estoy por encima de nadie y aún me quedan muchas cosas que aprender también.
Mi guía espiritual sería paradójico, porque es alguien de quien yo soy guía también, es Johnakan Ur-El. Digamos que él es mi guía y yo soy el suyo. Él me ayuda y yo le ayudo, ¿sí? No se entienda que yo soy su Guía y soy su Maestro.
Es cierto que lo fui hace dos milenios, pero es cierto que ahora ha aprendido mucho y me da tan buenos consejos y me ayuda tanto cuando lo necesito… Porque yo también me siento triste a veces, y yo también necesito ser escuchado a veces.
Como hace dos milenios lo necesitaba. También lo necesito ahora desde el mundo espiritual.
Y no solo él está ahí, estáis todos ahí y todos me ayudan cuando lo necesito y os estoy eternamente agradecido a todos. No solamente a Johnakan, a todos.
Y sobre mi ángel guía, le tengo mucho aprecio a Gabriel. Muchísimo. Y siempre está ahí orientándome. Lo amo ahora y lo amaba mucho antes también.
Yo en vida me comuniqué varias veces con él. Varias veces lo vi. Lo vi, no me comuniqué, lo vi incluso. Como veía a Juan o como veía a Pedro, lo vi a Gabriel. Lo vi.
No me hizo falta verle alas para saber que era él. No me hizo falta, eso lo dejo para vuestros cuentos. Y sin miedo a herir a los demás.
No hiero a aquel que vea los ángeles con alas, porque si lo veis así es porque realmente es así. No quiero herir. Lo digo en tono respetuoso que lo dejo para vuestros cuentos.
Interlocutor: Y bueno, si quieres dar algún mensaje o expresarte… Lo que quieras.
Ien-El: ¿Qué mensaje os puedo dar ahora que no haya dado dos milenios atrás? ¿Qué puedo decir que no haya dicho ya, no? Realmente, canalizarme a mi es una repetición constante.
Y bendita repetición, porque creo que por lo menos sirve para recordaros lo que habéis olvidado. Aún sin mala fe, porque tenéis cerebro y neuronas y os podéis olvidar de las cosas.
Yo siempre os digo que debéis brindaros al otro, pero ahora os voy a decir una cosa distinta. Una cosa que a veces no ha estado bien escrita en libros que algunos consideran sagrados. Yo no los considero así, porque creo que todo libro es sagrado, una buena historia es sagrada también. Y a veces no lo habéis leído mucho de mí, pero yo explicaba a menudo.
Yo explicaba a menudo que debéis brindaros al otro, pero también explicaba a menudo -y esto no está tantas veces escrito- que debéis brindaros a vosotros mismos, que debéis ser útiles a vosotros mismos, daros lo que necesitéis.
Esto lo explicaba en mis sermones, cuántas veces lo habré explicado… si estuviera aquí mi querido Juan, mi querido Pedro, mi querido Lucas, mi querido Mateo y tantos otros que me escuchaban, lo sabrían cuántas veces lo repetía.
Decía así:
Brindaos a los demás, sed útiles a los demás pero nunca olvidéis ser útiles a vosotros mismos, porque para ser útiles a los demás debéis sentiros útiles vosotros mismos para con vosotros mismos.
Miraos a vosotros, pensad en quién sois, mirad al vecino, mirad al hermano, mirad al primo, mirad al afligido, mirad al rico, mirad a todos los demás. Sois iguales que ellos, no sois más, no sois menos, sois igual que cada uno de ellos y cada uno de ellos es único, y cada uno de vosotros sois únicos.
Por eso os digo que no viváis solo prestando servicio al otro, sino también prestándoos servicio a vosotros mismos porque no sois menos tampoco, como tampoco sois más, porque sois igual de importantes que al vecino que le estáis tendiendo la mano constantemente.
No os penséis que yo solo os digo que penséis en el otro, porque tan importante es que penséis en vosotros mismos y que cada uno de vosotros se conceda lo que más profundo en el alma quiere concederse, respetando al otro, no hiriendo a vuestros semejantes, porque vosotros tenéis la libertad de hacer lo que queráis.
Pero mi Padre respeta a quien respeta la libertad del otro y respeta la propia libertad de uno, porque mi Padre está en cada uno de vosotros. Vosotros: Tú, tú y tú.
Por eso vosotros: tú, tú y tú sois importantes. No solo lo es vuestro hermano, también lo sois vosotros, porque mi Padre esta con vosotros como con ellos.
Amad al otro pero amaos también vosotros mismos. Amad esa parte vuestra tan sensible, amad esa parte vuestra tan caprichosa, porque eso os hace únicos. A cada uno de vosotros os hace únicos porque sois tan importantes como el otro.
Sois tan importantes como mi Padre, porque sois Él. También lo sois. Eso es lo que vengo a decir.
Interlocutor: Muchas gracias.
Ien-El: Lo he repetido textualmente como lo expliqué en uno de los tantos sermones en los que lo explicaba reviviendo ese momento exacto.
Todos me miraban atónitos, todos, hermana, no había ni uno que no, como diciendo:
-¿Qué está diciendo éste? Yo creía que venía a hablarme de que tengo que ser generoso con el otro y me habla de que tengo que ser generoso conmigo.
Muchos no lo entendieron el mensaje, pero los que estaban en tiempo lo entendieron. Y a veces basta con que lo entiendan los que están en tiempo para que con el tiempo, otros estén en tiempo.
Para que esos pocos que lo puedan entender, el día de mañana cuando yo no esté, lo cuenten a los otros textualmente como yo lo dije. Lo cuenten a los otros. Y esos pocos que lo entienden terminen siendo muchos.
Y esos muchos que lo entienden, no lo deben de entender durante 15 días de vuestro año, sino durante cada segundo de vuestra vida.
Me despido de la mejor manera posible diciendo a cada uno de vosotros que penséis en el otro, pero que también penséis en vosotros mismos sin instaros a derrochar en estos tiempos tan malos.
Pero os digo, permitiros ese capricho que tanto queréis porque os lo merecéis, porque sois especiales y sois especiales porque pensáis en el otro.
Yo lo sé y vosotros también lo sabéis.
Habló: Ieshu-Ben-Iosef.
Interlocutor: ¡Hasta todo momento!
Ien-El: ¡Luz para todos ustedes! ¡Hasta todo momento, siempre!
Hoy y siempre. Hoy y siempre.
Siempre.
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