Introducción: Continuando con la reflexión anterior, lo que compartiré en las líneas siguientes es un modo de percepción que he podido sentir en estados de meditación y en la vida diaria. Un despertar gradual en los últimos años relacionado con el llamado “morir psicológico”: La muerte del tiempo y los procesos acumulativos de la mente.
——————————————————
La mente registra de forma permanente. Y aunque piense en términos de pasados o de futuros, muchos de éstos no son más que otra imagen más, una especulación mía de como “debería ser” el futuro o como fue registrado el pasado. Otra imagen, emoción o sensación que puede quedar grabada, imaginada y estática en la mente de como debería ser para nosotros.
Sin embargo, en el momento en que recurrimos a ello, el presente continuo de como trascurren las cosas se nos escapa de las manos.
El movimiento exterior continúa, pero nuestro interior se queda estático. Pueden ser mili segundos de evasión, minutos o una vida entera en un psiquiátrico.
Sería como si los pensamientos le dijeran a otros pensamientos como comportarse o como tener razón los unos sobre otros. Todo ello supondría una verborrea mental constante. Quedándonos en muchos casos, apegados a ellos.
De ahí que el propio pensamiento, imagen o suposición es siempre algo viejo, un estático, un tiempo psicológico. En el momento en que recurrimos al mismo, no estamos percibiendo lo que “Es”. Sino como “Debería ser” o como “Debió ser”.
Y es que, como dijeron diferentes poetas, el tiempo se nos escapa. Siempre vamos detrás del presente continuo. Nunca lo alcanzamos.
Ante esta idea, Eckart Tolle, nos da su dosis de sabiduría:
“Lo que usted considera el pasado es una huella de la memoria almacenada en la mente de un Ahora anterior. Cuando usted recuerda el pasado, reactiva una huella de la memoria, y lo hace ahora. El futuro es un ahora imaginado, una proyección de la mente. Cuando llega el futuro llega como el ahora. Cuando usted piensa en el futuro, lo hace ahora. El pasado y el futuro obviamente no tienen realidad propia”. Eckart Tolle.
Es cierto que muchas ocasiones vividas y experimentadas nos pueden ayudar a estar más alerta y a confrontar posibles situaciones venideras por analogía. Sin embargo hacemos un uso tan exacerbado del mismo que nos perdemos en los procesos acumulativos de la mente y en nuestro tiempo psicológico.
He comentado en muchas ocasiones que es necesario para ese despertar la realización de cierta introspección, siendo esta la observación que una persona hace de su propia conciencia o de sus estados de ánimo para reflexionar sobre ellos.
Pero se puede dar la paradoja de que en esa auto-observación, cuando queremos conocernos a nosotros mismos nos estamos conociendo con la misma herramienta que queremos conocer: El pensamiento. Y gran parte de él a posteriori.
Por ello, recordando a Krishnamurti es como si el propio pensamiento buscara trascender y superarse a sí mismo. Intentara superar su propio condicionamiento constantemente.
Por lo que que podríamos entrar en un bucle constante. Un bucle porque gran parte de nuestra vida la vivimos a través de nuestra mente.
Ante estas reflexiones, Krishnamurti realizaba la siguiente pregunta:
“¿Puede nuestra mente con su actividad egocéntrica, librarse ella misma de su condicionamiento, no en el futuro sino instantáneamente?¿Pueden, entonces, observar su desorden sin la interferencia, sin el movimiento del pensar, que es tiempo? ¿Pueden simplemente observar?» krishnamurti
Los buscadores, los que teníamos este impulso de auto-transformación interno, teníamos un nuevo reto con lo que nos expresaban estos maestros. Una llamada a experimentar algo nuevo fuera de la recurrencia de cualquier pensamiento. Fuera de nuestra identificación con la mente.
Y en este impulso de auto-transformación es por ello por lo que grandes maestros establecieron cierto vacío iluminador cuando dejaron de buscar. Ya que el propio término de buscar llevaba consigo un Buscador-observador, un “sentimiento del yo” identificado con la mente que se buscaba a sí mismo entrando en un bucle, como un perro que gira y gira intentando morderse su propia cola.
La búsqueda era producida por una incomodidad mental, fruto de una queja constante entre lo que “ES” ( el hecho exterior) y lo que “debería ser” en sus mentes. Cuando dejaron de buscar dentro de sí mismos ( en su mente con pensamientos que se condicionaban continuamente) como fuera de sí mismos (en lugares o personas en base también a deseos, huidas e idealizaciones frutos de su propia mente)…de repente hubo un vacío. Su verborrea mental se paró. El laberinto desapareció. La identificación constante con su mente y el sufrimiento de la dualidad que ella traía cesó.
En este apartado de la búsqueda, una de las trabas que me encontré fue que en vez de OBSERVAR el sufrimiento dentro de nosotros como lo que ES, sin excusas o entretenimientos, tendemos a querer huir, a justificar, a reprimirlo, a contrarrestarlo o incluso a buscar el sitio o el lugar donde localizar dicho sufrimiento. Y en el momento en que hacemos esto….volvemos a entrar en la mente. Volvemos a perdernos en ella y a identificarnos con la misma y su laberinto.
El «yo» no puede encontrarse bajo un análisis, porque el propio análisis es el «yo».
Si fuéramos capaces por un sólo instante de percibir esto, habremos dado un paso de gigante.
No se trata de eliminar la mente y caer de nuevo en elecciones duales del laberinto de esta, sino de trascender o superar nuestra identificación constante con ella: Vivimos a través de ella, creemos que amamos a través de ella, gran parte del sufrimiento es a través de ella, buscamos placer a través de ella ( Véase reflexión anterior), queremos huir a través de ella y por supuesto nos identificamos tanto con las ideas que hay en ella que nos hacemos propietarios de las mismas, las cuales proyectamos y defendemos a capa y espada según nuestra conveniencia.
El despertar no es una idea mental aprendida, fruto de un deseo interior por el cual queremos sentirnos identificados como alguien especial o tener protagonismo. Eso está dentro de la mente.
Por supuesto eres consciente de ella, pero ya no vives a través de ella. No estás dentro del laberinto. Sólo lo observas.