Bautismo de Jesús

El Bautismo de Jesús es un episodio en la vida de Jesús de Nazaret que aparece relatado en el Nuevo Testamento, y con él se inicia su ministerio público. Los evangelios canónicos narran que Jesús llega a la orilla del río Jordán procedente de Galilea, y allí pide a su primo Juan que le bautice. Juan protesta y dice que es él quien debiera ser bautizado por Jesús. Jesús le responde:

«Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.»
(Evangelio de Mateo 3,15)

 

Bautismo de Jesús con su primo

 

Juan procede y el Espíritu de Dios desciende sobre Jesús, al tiempo que una voz decía:

«Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.»
(Evangelio de Mateo 3,17)

 

Santa Trinidad

Dado que el bautismo de Jesús por Juan el Bautista es coronado por la bajada del Espíritu Santo y la proclamación de Dios Padre de la filiación divina de Jesús, los cristianos consideraron esta escena como una manifestación o teofanía del misterio de la Santísima Trinidad.

 

Representación de la Santa Trinidad
Representación de la Santísima Trinidad

 

La Trinidad es el dogma central sobre la naturaleza de Dios en la mayoría de las iglesias cristianas. Esta creencia afirma que Dios es un ser único que existe como tres personas distintas o hipóstasis: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

 


 

MISTERIO REVELADO A TRAVÉS DE CANALIZACIÓN SOBRE EL BAUTISMO DE JESÚS 

 

30/3/2018

Interlocutor: Adrián Tardío

Médium: Raúl Caballero

Entidad: Ien-El (Espíritu 100% puro de quien encarnó como Jesús de Nazaret y actual Logos Solar)

Se resuelven las dudas del episodio conocido como el Bautismo y todo lo relacionado con él.

 

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Episodio del Bautismo (Sesión del 30/3/2018)

 

Raúl Caballero: Sesión con el Maestro Jesús sobre el Bautismo. Voy a dejar paso a Adrián que va a hacer de interlocutor para que haga un breve repaso introductorio.

Adrián: El Bautismo de Jesús es un episodio en la vida de Jesús de Nazaret que aparece relatado en el Nuevo Testamento, y con él se inicia su ministerio público. En la Biblia el episodio del Bautismo de Jesús transcurre así:

En aquel tiempo fue Jesús desde Galilea al río Jordán, a donde estaba Juan, para que este le bautizase. Al principio, Juan se resistió diciéndole:

–Yo tendría que ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?

Jesús le contestó:

–Déjalo así por ahora, pues es conveniente que cumplamos todo lo que es justo delante de Dios.

Entonces Juan consintió. Jesús, una vez bautizado, salió del agua. En esto el cielo se abrió, y Jesús vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él como una paloma. Y se oyó una voz del cielo, que decía: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido.”

Raúl Caballero: Bien, vamos a intencionar a Ien-El.

Ien-El: Queridos hermanos, todos, cada uno de vosotros que me escucháis, que estáis acompañando mi palabra, agradezco todo vuestro esfuerzo. Esfuerzo que sé que realizáis en el día a día para intentar dar a conocer la Palabra, que no es mi palabra, sino que es la Palabra del Padre.

Adrián: ¡Bienvenido, Maestro! ¿Quería dar algún mensaje antes de empezar?

Ien-El: Cuando vosotros utilizáis el término “Bautismo” y lo adoptáis de rituales convirtiéndolo en un evento indispensable dentro de una religión, no tiene nada que ver con la Palabra. No tiene nada que ver con el mensaje.

El mensaje es mucho más allá, al igual que otras personas con otro color de piel, con otra cultura, con otra filosofía y con otras religiones, y se separan porque creen que mi Palabra no está directamente dirigida a ellos. Se equivocan.

Se equivocan porque mi palabra, la Palabra de mi Padre, no discrimina. No discrimina a los fuertes de los débiles, no discrimina a los ricos de los pobres, a los enfermos de los sanos, a los de una religión con los de otra religión… no discrimina.

Y por eso tampoco discrimina a ninguna persona que puede opinar lo contrario a la religión que ha adoptado determinado rito o determinada palabra, porque mi Palabra va para todas las personas, va para todos los seres vivos que tengan un corazón puro y que tengan un oído firme para escuchar, y no discrimina diciendo que para aquellos que no tienen un corazón puro no van mis palabras.

Sobre todo va para ellos, sobretodo va para ellos, pero soy consciente y los respeto que cada uno tiene su tiempo para entrar al Reino del Padre y que cada uno tiene su camino que andar, que es distinto al camino de otros, más no mejor ni peor, sino más bien distinto y creo que la tolerancia no trata, no consta de soportar al otro, sino que consta precisamente de eso, de darse cuenta, entender que otras personas caminan por otro camino, sin juzgar, sin etiquetar y sin tirar para abajo a la otra persona por caminar otro camino.

Al final, el camino hacia el Padre es el mismo en todos los casos. Y hay muchas maneras de llegar al mismo camino y hemos de comprender a todos nuestros hermanos.

Ese es mi mensaje introductorio inicial, querido hermano.

Adrián: Gracias por el mensaje, Maestro. Entonces empezamos con las preguntas. ¿Podría comentar usted cómo transcurre la escena del Bautismo y qué sucede?

Ien-El: Después de mis viajes, que no fueron estériles, porque aprendí muchas cosas: Aprendí mis propias falencias, mis propios defectos -no solo de mis virtudes sino también de mis defectos-, aprendí toda noción de la ética y de la bondad.

Aprendí sobre la maldad también y aprendí que esta no es inherente al hombre, no es inherente al hombre. Esto lo aprendí en tierras nepalíes, en tierras hindúes, pero comencé a darme cuenta que la ética que tanto me habían enseñado en Grecia servía en pos de los demás sólo pregonando la Palabra.

Y entendí que no podía servir explicándolo como yo lo había aprendido, porque entendiendo mis facultades y mis virtudes era consciente que los demás no tenían por qué comprenderlo de la misma manera como yo lo había aprendido. Entonces todo eso lo quise adaptar. Adaptar a modo de parábolas. Algo de lo que hablaremos más tarde.

Estuve 2 años desde que yo volviera de mis viajes tratando de asimilar mis experiencias, tratando de asimilar todo lo que había vivido en mis viajes, y tratando de darle forma a la Palabra de mi Padre. ¿Cómo podía yo entender como persona y no como entidad espiritual?

Porque para poderlo transmitir a otras personas yo tenía primero que darle forma como persona, como vehículo de transmisión y no como espíritu. ¿Cómo puedo yo transmitir esto? ¿Cómo puedo?

Estuve 2 años colaborando con mi madre, mi madre terrenal, hablando con ella de todo lo que yo había aprendido. Compartiendo su sabiduría con mi sabiduría que yo había obtenido en mis viajes.

Y en ese intercambio de conceptos me di cuenta que tan importante eran esos maestros casi, casi espirituales de las más altas montañas que a mi me habían enseñado, como mi madre terrenal. Y de repente en esos 2 años entra dentro de mí una duda. Una duda que hasta entonces no había tenido: el amor personal y el amor impersonal.

Llega un momento en que comienzo a cuestionarme a mí mismo: Si lo que yo había aprendido de grandes maestros, eso que yo había sentido a pies del Himalaya en mis meditaciones, en esa mancomunión con mi Padre, tenía que ver directamente con ese amor terrenal que yo sentía por mi madre. Y lo pensé. Y no encontré una respuesta.

Así fue como a mis 31 años, dos años después, decido caminar hacia una persona que era muy familiar para mí: Quien conocéis por los escritos como Juan el Bautista.

“El Bautista” por su afición a transmitir la Palabra introduciendo la gente a la Palabra. No quiere decir que era un filtro, pero para él era importante darse cuenta que estaba haciendo algo útil y aquella persona que de verdad se sentía cerca de Dios, se acercaba a Juan.

Para mí no era tan importante que mi primo fuera quien arrojara agua. Para mí era importante que mi primo fuera quien se acercara a esta gente que necesitaba de la Palabra, que necesitaba el consuelo, sobre todo el consuelo necesitaba.

Y para mí era una mera excusa ese bautismo. Era mi perfecta excusa de que la gente se acercara al querido Juan, quien tenía una enorme bondad y unas enormes ganas de colaborar con la misión que mi Padre me había encargado.

Sin pensarlo, camino a orillas del río Jordán. Cuando Juan me ve, hace una mueca. No sé si tanto de sorpresa como de desagrado. Él me comenta, casi casi a mis pies, cuando yo años atrás, lo había agarrado por la pechera y le había dicho:

-¡No, tú no eres menos que yo!

-¡Pero tú eres el enviado del Padre!

-Yo soy el enviado del Padre, mas tú has de hacer su Voluntad -le dije yo.

Esto fue muchos años atrás. Dándole a entender que él no era inferior a mi persona y que mi deber estaba en servirle a él, primero de todo.

Aún así reconozco que a mi pequeñísimo rol del ego le molestó ver que Juan no había aprendido nada de aquella escena. En ese momento me di cuenta que mi misión, que recién comenzaba aquí, así lo puede captar años atrás en mi contacto en el Himalaya, no iba a ser fácil porque ni el propio Juan terminaba de entenderme.

¿Cómo iban a entenderme todos aquellos que nunca habían escuchado la Palabra? Cuando el querido Juan había estado escuchandome habitualmente.

Ese pequeño rol del ego se disparó en mí en el momento en el que él me miró, pero lo logré apaciguar con toda mi calma. Ya no era el Jesús hiper curioso, el Jesús exaltado de antes. Era un Jesús mucho más apaciguado, tranquilo. Y así fue como me postré ante él, algo que a él no le agradó nada.

-Debería ser yo quien me postrara, deberías ser tú quien me bautizara a mí -me dijo él.

En sus palabras había compasión, no temor. Y eso me agradaba. No me interesaba crear un reino de terror, eso lo tenía yo muy claro. Yo le dije en ese preciso momento:

-Déjalo así por ahora, déjalo así no más, porque es importante que seamos justos cara la Voluntad de mi Padre.

Con esas palabras yo venía a referirme que yo tenía que ser el primero en dar ejemplo, porque yo siempre dije: -Por sus actos los conocerán. Y yo tenía que ser el primero en dar ejemplo. Yo tenía que ser el primero en postrarme ante los demás, en servir a los demás, a la Voluntad de mi Padre.

Algo que tal vez no fue muy bien entendido por teólogos de vuestros tiempos más modernos. Por algunos, al menos.

Adrián: ¿En el momento en el que se bautiza qué ocurre?

Ien-El: Así fue como el querido Juan deja caer sobre mi agua, sobre mi cabeza. En ese momento teniendo a Juan tan cerca, de repente entra un flash dentro de mí y me viene la figura de mi madre, mi madre terrenal. El querido Juan, mi querida madre… y entiendo de repente que el amor personal no está reñido con el amor impersonal y con la Voluntad de mi Padre.

Cuando comprendo eso, hay algo de repente que me ilumina, percibo un enorme calor, una enorme energía interior y me doy cuenta que mi camino no está del lado de esos apegos terrenales. Entiendo que no están mal, pero entiendo que no es mi camino y que mi camino es renunciar a esto para cumplir la Voluntad.

Eso transcurre en apenas milésimas de segundo cuando de repente canalizo al Cristo, la energía divina del séptimo nivel y comienzo a desbordar energía dentro de mí. En ese momento tengo una apertura total de conciencia y por primera vez en mi vida sé cual es mi camino. Sé cual es mi misión, pero también sé cómo va a terminar mi camino.

En ese momento, no sé si por el profundo éxtasis, no tuve nada de sufrimiento ni de dolor aún sabiendo que iba a pasar multitud de dolor en Getsemaní. En ese momento no lo sufrí. Todo fue amor, todo.

Adrián: ¿Juan percibe la entrada de la Energía Crística?

Ien-El: No.

Adrián: ¿Llega algún concepto en forma de voz?

Ien-El: Tampoco. Es todo una apertura de conciencia total. Una expansión total y absoluta. ¿Podríamos decir que la energía Crística me iluminó? Hay muchas iluminaciones distintas. También podría decir que la Energía Crística me iluminó en Getsemaní. Sea como fuere en ese momento aprendí a dominar la Energía Crística completamente.

Adrián: ¿Y ya supo lo que podría hacer con ella?

Ien-El: Era consciente aunque no lo hubiera probado. Era lo que vosotros llamáis la fe.

La fe no existe. Bien, pues yo tenía fe. Fe en Dios y fe en mí.

Fe de que yo podía obtener lo que quisiera, que yo podía hacer lo que quisiera. Fe.

La fe sería el total conocimiento de uno mismo. La seguridad total de lo que podía hacer sin siquiera saberlo, sin siquiera probarlo.

Adrián: ¿Qué fue lo que sucedió inmediatamente a continuación?

Ien-El: Ninguno, ninguno… nada, ninguno de los sucesos mitológicos que se describen a continuación en vuestros escritos. Lo aclaro por lo importante que es desmitificar.

Adrián: ¿Tras el Bautismo fue la Tentación?

Ien-El: ¿Quieres hacer una pregunta antes de este episodio?

Adrián: A mí me gustaría saber cómo…

Ien-El: No existe nada sobre la Santísima Trinidad, ni nada por el estilo. Ni sucedió ningún hecho divino en ese momento. Es todo mito. O sea, es como una representación -no sé cómo decirlo- arquetípica de lo que yo después conté que yo sentí, pero nadie llegó realmente a concebir lo que me había pasado.

Nadie llegó a entenderlo, en el fondo nadie llegó a comprenderlo. Y todo fue una mitificación. Como una manera de materializar algo que era absolutamente imposible de describir, y sigue siendo absolutamente imposible de describir con palabras aún a día de hoy.

Adrían: ¿Pero usted tenía conocimiento de planos suprafísicos y canalizaba, y sabía qué era la Energía Crística?

Ien-El: A partir de ese momento lo sabía. A partir de ese momento lo sabía. A partir de ese momento tuve una revelación total y absoluta. Conocía cómo era el Reino del Padre.

Adrían: ¿Y podría haber canalizado también conceptos de espíritus como hace Raúl?

Ien-El: Totalmente, totalmente. Pero no era útil. La gente necesitaba ejemplo. La gente necesitaba Obra y no sólo Palabra. Obra necesitaba la gente. Y eso fue lo que les di, ¿no? Obra.

En mi último momento, cuando exhalé mi último aliento, les di Obra también. Ellos querían Obra. Había que ejemplificar lo que se decía, pero lo podría haber hecho perfectamente. Perfectamente lo podría haber hecho. Fíjate que tenía un grado OT 14 en ese momento, en el momento de expansión total.

A partir de ese momento era capaz de canalizar todo. Estaba permanentemente vinculado a la Energía Crística, por lo cual el Cristo me hablaba permanentemente. Me hablaba el Padre permanentemente también.

Era consciente de todo, de todo. Incluso de cómo estaba compuesto todo el universo espiritual.

Y así fue como luego yo lo intenté transmitir. Me di cuenta en ese momento… fue casi también un hecho de reafirmación para mí, que me di cuenta de todo lo que había estudiado años atrás y mi idea mental que yo tenía -contrariando a muchos sabios, a brahamanes, etc.- que yo estaba en lo correcto.

Fue como una reafirmación de mi parte. Porque soy una persona y también dudo y también dudaba.

Adrián: Bien Maestro, si quiere decir algo más…

Ien-El: Si no tienes más preguntas sobre este episodio te introduzco brevemente lo que sucedió a continuación.

Adrían: Okey.

Ien-El: Después de eso me di cuenta de que no era suficiente con lo que yo había captado. No estaría bien dicho que yo tenía que ponerme a prueba, que tenía que poner a prueba mi Energía Crística que había conseguido en ese momento, no sería acertado decir eso.

Pero sabía que había una cosa, me había dado cuenta de que había una cosa que estaba por encima de mí. Yo podía hablar directamente con el Cristo. ¿Y qué? Seguía siendo una persona humana y tenía un gran problema que vencer: el ego.

La tentación, el ego.

¿El ego en forma de qué? Cuando yo visualizo que Juan no entendió mis palabras… ¿Y qué? Tiempo después me encontraría muchas otras personas que no me comprenderían, y yo no podía frustrarme ante eso. Tenía que vencer mi ego. Vencer mi ego.

Me había dado cuenta de que mi lado era el amor impersonal, pero mi ego iba a estar presente permanentemente. Así que me fui al desierto como una manera de ponerme al límite, porque yo lo tenía todo bajo control.

Fíjate que yo era consciente de lo que iba a suceder, yo sabía cómo iba a terminar mi vida… y tenía miedo. No miedo de lo que me fuera a suceder. En ese momento no lo sentía. Tenía miedo de en ese momento darme vuelta atrás, no ser capaz de cumplir con mi misión.

Dar vuelta atrás antes de ser ejecutado. Dar vuelta atrás antes de mi sacrificio. Sabía que me iba a encontrar al límite y mi estancia en el desierto era una manera de ponerme a mí mismo al límite.

Sabía que estando en un lugar cómodo mi ego estaba dominado, pero y en esa situación límite, ¿qué pasaría? Tenía que estar al límite -entre la vida y la muerte- para entenderlo. Así que le dije a mi Padre:

-Si esa es tu voluntad, hágase tu voluntad y no la mía.

Palabras que pronunciaría tiempo después en mi famoso y fatídico episodio.

Os dejo esta breve introducción para después.

Adrían: ¡Gracias, Maestro!

Ien-El: Gracias queridos hermanos, gracias por escuchar.

 


ENLACES RELACIONADOS:

Juan el Bautista: https://tetra-el.org/mediumnidad/misterios-de-la-vida-de-jesus/juan-el-bautista-2/

Tentación de Jesús en el desierto: https://tetra-el.org/mediumnidad/misterios-de-la-vida-de-jesus/tentacion-de-jesus-en-el-desierto/

Misterios de la vida de Jesús de Nazaret: https://tetra-el.org/mediumnidad/misterios-de-la-vida-de-jesus/

 

BIBLIOGRAFÍA:

Bautismo de Jesús: https://es.wikipedia.org/wiki/Bautismo_de_Jesús

Santísima Trinidad: https://es.wikipedia.org/wiki/Santísima_Trinidad

Bautismo: https://es.wikipedia.org/wiki/Bautismo

Juan el Bautista: https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_el_Bautista

La Biblia – Mateo, 3 hasta capítulo 13: https://www.lds.org/scriptures/nt/matt/3?lang=spa

Jesús inicia su actividad pública (otra traducción de Mateo, 3): http://www.biblija.net/biblija.cgi?biblia=biblia&set=13&l=es&pos=1&qall=0&idq=0&idp0=23&m=Mt+3%964&nobar=1&t=1