Ari 25/07/20

Sesión de Psicoauditación

Médium: Raúl Caballero

Entidad: Ari-El (90% o Thetán de Ari)

Interlocutor: Laura

El Tethán se presenta continua la vivencia en Umbro como Shivana, la relación con su padre, la ocultación de información y el cómo vivía allí y el inicio de una gran aventura.

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Laura: Bienvenido.

Ari-El: Gracias. En ese rol sentía muchísimo desconcierto, Shivana era mi nombre. Varios días más tarde después de lo acontecido en mi último episodio padre me dice que se va a palacio, era el día de ir a palacio, me dice que no me mueva de casa. Yo tenía muchas dudas. Me dejó sola en casa y esta vez no me dejó ir con él; tampoco le pedí, tampoco le pregunté. Si bien no se había separado de mí nunca en los últimos años desde que madre murió y siendo que yo le había acompañada durante todos estos años, cada semana a palacio, ese viaje se había convertido en algo especial para los dos, en una forma de intimar. Sabía que algo raro estaba sucediendo cuando me dijo que me quedara en casa, aún así yo no rechisté, no le dije nada, después de los últimos sustos de la última semana ya no quise inmiscuirme, mas seguía teniendo muchas dudas. Pasaron dos horas, me golpean la puerta, sospeché, sabía que no era padre porque hubiera abierto directamente; abro de forma tímida, había cuatro guardias, uno de ellos se quedo fuera de mi ángulo de visión. Me preguntaron mi nombre, ‘Shivana’ les dije

 – Bonito nombre, queremos hablar con tu padre, ¿dónde está?

 – ¿Ha pasado algo? Fue a palacio esta mañana.

 – Está bien, ¿estás sola?

 – Si, ¿pasa algo? ¿Pasó algo con padre?

 – Bueno Shivana, ¿estás bien? ¿Necesitas algo?

 – No.

 – Entonces nos vamos que estés bien.

Se marcharon, cerré la puerta. Al rato llega padre deja su bolsa de metales, los miro y los cuento, no pronuncia palabra, yo tampoco simplemente me limito a contar lo que hay ‘Padre pero hay muy poco, cada vez hay menos’, no me respondió ‘Antes vinieron unos guardias, venían del palacio, preguntaban por ti’

– ¿Cómo? ¿Te hicieron algo?

– No, pero preguntaban por ti, no sé por qué.

– Entonces, no les hagas caso

Le vuelvo a preguntar ‘Escucha ¿por qué te dio tan poco esta vez? ¿No le gusta el trabajo que haces? ¿Qué pasa? Pero piénsalo, te lo dije el otro día frente al cofre lleno de metales, te dije no necesitamos tantos, puedes vender tus obras a alguien más honesto, mas humilde, más honrado aunque pague menos. Cada vez te da menos ¿Es que no te das cuenta?

– ¡Calla! No te das cuenta de lo que hay ahí.

– ¿Cómo?

– ¿Lo has contado? ¡Cuéntalo!

– Sí, sí lo he contado.

– Hay más de lo que me pueden pagar un ningún otro lugar.

– Es mucho menos que antes.

– Eso no importa. Y se acabó la conversación.

Ya llevábamos tiempo que teníamos la misma discusión, cada vez ganaba menos. No nos preocupaba porque es verdad, era tres veces más de lo que necesitábamos para sobrevivir, pero ¿por qué? ¿qué había detrás de todo esto? No lograba comprender todo esto, para mi era todo sumamente sospechoso, sumamente sospechoso era.

Laura: No conseguías que te dijese ¿Y cómo te sentías cuando discutíais siempre por el mismo tema y no te aclaraba dudas?

Ari-El: Antes no discutíamos nunca y de repente todo era discusiones, sentí que la culpa de todo era del Rey, la culpa de todo era del palacio y de algún virus que había entrado siendo agresivo con mi padre, porque antes no era así. Había algo que no me encajaba con todo esto y me angustiaba, el quería que yo siguiera pensando como una niña y a mi me agradaba hasta cierto punto pensar así; era como muy cómodo para mí olvidarme de todo, ir a pescar con padre, pensar en jugar con él, acompañarlo a hacer compras a la ciudad. Y ya está, era muy cómodo eso para mí, pero me hacía preguntas inevitablemente, irremediablemente conforme iba creciendo más preguntas me iba haciendo.

Laura: Claro, ¿eso le molestaba a tu padre?

Ari-El: El quería que yo siguiera pensando como una niña, que siguiera siendo feliz. Era lo que quería, no era malintencionado, pero yo sentía permanentemente que me aparta ‘del peligro’ él decía, ¿qué peligro? Mi curiosidad no daba más.

Laura: ¿Ya no te dejaba acompañarlo, al palacio?

Ari-El: Esa vez no me dejó acompañarlo, pero después me dijo que lo acompañara otra vez cuando le conté que habían venido guardias. Lo acompañé; le daban metales, me callaba y no le decía nada, pero al llegar a casa le decía que eran menos otra vez.

Laura: Pero igual tu padre aceptaba la situación porque, aunque fuese menos eso hacía que estuvieseis seguros, ¿no? Era mejor la seguridad que ganar cada vez más.

Ari-El: No sé, pero de repente yo cuando lo acompañaba a palacio veía que la gente a mi alrededor no me miraba como antes, acompañé a mi padre a palacio tantos años cada semana, me quedaba como siempre en el vestíbulo esperando; pero ya no era ese esperar inocente, me daba cuenta que los guardias me miraban de arriba abajo cada vez con un tono más depravado y me sentía incómoda de estar sola esperando.

Laura: ¿Se lo dijiste a tu padre?

Ari-El: No, no le dije nada. No quería incomodarlo con más cosas aún. Un día me vuelve a decir que me quede sola que tiene que ir a palacio y esta vez no quiere que yo le acompañe. Ya no le rechistaba tanto, le digo antes de que se marche:

– ¿Qué es lo que sientes en el fondo, ¿qué hay dentro de ti padre, que tanto anhelas? He crecido, no voy a dejarte que me golpees, sólo quiero que me digas qué ocurrió con madre. Sé que no quieres hablar de este tema, cuando madre nos dejó yo no sé qué ocurrió. Tu sí lo sabes.

– Mira escúchame, lo que ocurriera con tu madre ocurrió porque tuvo que ocurrir. Hoy estamos tu y yo solos y vamos a sobrevivir.

Y se marchó. Yo me acuerdo cuando madre desencarnó, cuando ella murió no me dejó ni verla.

Laura: ¿Qué edad tenías tu?

Ari-El: Cuando eso ocurrió yo sólo tenía cinco años, no pude ni verla ni despedirme. No se qué ocurrió, pero me ha escondido también las circunstancias de su muerte y me doy cuenta que me ha estado escondiendo más cosas conforme voy creciendo. Yo tengo once años en el momento del relato.

Laura: ¿Cómo te sientes al ver que tu padre te oculta muchas cosas? Que puede ser por tu bien, pero esa falta de información hace tu inquietud de querer saber más.

Ari-El: A mí por su puesto que lo que me provoca es un sentido de que no he sido tan buena hija durante todo este tiempo, éramos tan amigos, mucho más que padre e hija; éramos confidentes, sentí que le fallé cuando no pudo descargar conmigo, cuando no pudo contarme cosas. Sentía que le fallaba, así me sentía que había fracasado como hija.

Laura: Al saber que es el rol de hija pues evidentemente no podía contarte todo lo que sucedía, le preocupaba tal vez.

Ari-El: Él abre la puerta y le veo con un rastro de sangre, tiene un tajo muy profundo, se sienta como puede. Lo veo quejarse y respirar mal

– ¿¡Qué ha ocurrido padre, que pasó en el palacio, que ocurre!? ¡Sabía que te iba a traer desgracias! ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué esto!?

Lanza la bolsa de metales

– Escúchame, sabía que esto iba a pasar en algún momento, pero no me preocupas porque tienes los metales acuérdate. Tienes todo.

– ¿Pero que ha ocurrido padre? Cuéntame.

 Fui corriendo a frenarle la hemorragia; estaba muy herido, había caminado todo el camino así

– ¿¡Pero quién te lo hizo, qué ha pasado!?

– Soy un idiota, nunca debí haberte hecho caso. Sabía que mi amor por ti iba a conducirnos a la perdición. Tanto insististe, así le dije que no podía darme tan pocos metales; ya había tenido discusiones con el rey semanas atrás pero tu insistencia insolente hizo que le demandara más. No me van a dejar vivo.

– ¿¡Por qué!? ¿Sólo por haberle exigido más?

– Ellos quieren que les haga los encargos.

– Pero ¿por qué? Hay muchas personas que son capaces de hacerlo, ¿por qué tú?

– Te equivocas. Te equivocas, calculo que no tardarán más de cinco horas en llegar. Tienes que escapar, agarra los metales y vete; vas a poder sobrevivir sola.

– ¡No voy a separarme de ti!

– Mira antes me preguntaste que pasó con tu madre, no quiero perderte a ti también. Te voy a contar, no quiero contarte, pero te voy a contar: No trabajo para el rey realizando los encargos que tú piensas, soy su mano ejecutora, asesino a personas para él, después los entierro y su cabeza la llevo ante el rey para que me de buenos metales. Son personas conspiradoras, personas contra su causa. Me da un buen puñado de metales, no puedo negarme, ya me ocurrió; ya a tu madre la mataron por negarme, en aquel momento me di cuenta de que era esclavo de ellos. Sé que algún día alguien acabará con su perversa causa, pero no vas a ser tú, ¡debes sobrevivir! Todos los metales que he ganado durante este tiempo sirven para que tu puedas sobrevivir. Todavía hay más cosas que no sabes, me dijo que quería casar a su hijo contigo cuando tu cumplieras los doce. Sabía que nuestra relación se tenía que terminar por eso te dije que te quedaras en casa, pero mandaron guardias, querían asegurarse de que tu no habías huido. Quieren conseguirte, y por eso, hago todo lo que me piden. Yo ya no tengo escapatoria, pero tu sí gracias a todos los metales que he ganado; tu puedes irte y sobrevivir, de otra manera no hubiera habido manera de que tu sobrevivieses. Entiéndelo, no podía negarme; esos metales eran perfectos para preparar tu salida. Ahora ya lo sabes todo, ¡huye! Agarra los metales ¡huye! Van a venir a por mi y también a por ti; tú lo sabes que la semana que viene cumples doce, sabía que esto se iba a terminar entonces, ¡tienes que irte! ¡Aunque no me hubieran herido, vete! ¡Tienes que irte! Ahora con más motivo, me han herido, me han hecho daño. Ya está, vete, ya deja de protestar y vete…

– ¡No puedo decirte adiós! No puedo decirte adiós aún sabiendo todo lo que me has contado, no puedo, ¡Iré, y me casaré! Pero quiero seguir a tu lado padre no quiero que te maten. Pero tampoco puedo soportar que sigas quitando vidas, ven conmigo.

– Es imposible que vaya contigo, estoy herido. Nos atraparían, además todo el mundo sabe quien soy. Tu no, puedes huir.

– Pero padre no lo voy a hacer.

– Sí, sí lo vas a hacer. Sé que lo vas a hacer, y yo voy a ganar tiempo para ti.

En ese momento se montó en su Hoyuman, un Hoyuman que no utilizaba para ir a palacio y se marchó camino a palacio herido; en la misma dirección en la que iban a venir los guardias.

– ¡Voy a conseguirte tiempo!

No podía más que romper a llorar, lo veía alejarse y le dije ‘adiós, padre, gracias por todo’. Sabía que no iba a volver a verlo así que no lo pensé, ya no podía mirar atrás. Con mis tiernos once años, apenas doce, prácticamente doce, agarré todos los metales que pude, los coloqué en distintas alforjas; cabalgué un Hoyuman y me marché en dirección contraria cruzando el poblado, la ciudad y dejando atrás todo lo que había conocido. Soy consciente que padre haría todo lo posible por mí, era una vida muy complicada; me daba cuenta que tenía que comenzar de cero a escribir una historia, una historia complicada. Me daba cuenta que no era más que el principio, el principio de una gran aventura. Eso es todo por hoy, tengo muchísima carga que he transmitido al receptáculo, ese momento de ruptura fue muy duro para mí.

Laura: ¿O sea el de cambiar en tan poco tiempo tu vida y abandonar a la única persona que te había cuidado?

 Ari-El: Así tuvo que ser. Nos vemos a la próxima.

Laura: Vale. Te envío muchísima luz.

Ari-El: Gracias.

 


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Sobre Raúl Caballero 552 artículos
Especialista en Psicología Transpersonal y Psicoterapeuta Cognitivo Conductual. Más de 15 años de experiencia en el campo de la mente humana y en el campo esotérico y la mediumnidad.