Médium: Raúl Caballero
Entidad: Thetán de S.L.
Interlocutor: Víctor Firedol
Respondió unas preguntas personales de su 10%. Relató un vida en Judea donde tenía algunos conflictos con su familia. Más tarde se encontró con el Maestro Jesús. Gracias a sus consejos los conflictos familiares cesaron.
Thetán de S.L.: Estoy, me habéis convocado.
Interlocutor: Bueno, ¿qué tal? ¿Eres el thetán de Sergio?
Thetán de S.L.: Sí, así es, soy yo. Me siento confuso, con muchas dudas. Con la necesidad de comunicarme. Así me siento.
Interlocutor: Bueno, aunque supongo que como todos tendrás varios engramas, por ahora, bueno, tu 10% tiene varias preguntas por así decirlo. ¿Paso a formularlas?
Thetán de S.L.: Está bien.
Interlocutor: Bueno, pregunta sobre su actual pareja, si resulta ser óptima o si hay alguna razón por la que podría resultar como una especie de fruta podrida que por razones…
Thetán de S.L.: Está bien, cada uno es libre de irse con quien quiera. El plano físico es decisión parte de mi 10% y a su vez es también el plano suprafísico, decisión mía. Entonces yo veo bien lo que quiere hacer él.
Interlocutor: O sea, ¿debería continuar pues con la pareja?
Thetán de S.L.: Evidentemente, yo no lo conceptúo, yo no lo conceptúo, no, no ubico posibilidad. Pero cada uno que haga lo que quiera.
Interlocutor: Bien, y sobre su anterior pareja, dice que le esta trayendo varios problemas que tiene mucho odio, le pone gente en contra. ¿Le aconsejarías algo?
Thetán de S.L.: Tengo ubicada la situación completamente. Es complicado. Su thetán esta en un plano 2, es absolutamente complicado. No le tengo ningún respeto ni a ese thetán ni a esa parte física. No le tengo ningún respeto. Yo no sé si alguna entidad de Luz porque me transmiten pero no lo recibo bien. Yo no sé si alguna entidad de Luz, si mi guía espiritual, si alguien quiere dar algún consejo…pero yo no tengo nada más por decir. Que se aleje, que se aleje. Es lo mejor que puede hacer. Es mi humilde punto de vista como thetán.
Interlocutor: Esas situaciones supongo que siempre son difíciles.
Thetán de S.L.: En el plano físico todo es difícil, en el plano físico nadie esta exento de caer, es muy complicado como entenderás porque leo tu mente conceptual, has pasado por una situación complicada también. No nunca es fácil, yo envío todo mi apoyo a esta parte física que de alguna manera soy yo, que Sergio y que quiero tantísimo. No quiero decir más. Pasa a la siguiente pregunta por favor.
Interlocutor: Bien, sobre el trabajo dice que como en todos los casos, siempre se tiene que aguantar al jefe, compañeros, sueldo. Bueno él dice que estaba replanteándose pues, o montarse algo él, seguir estudios, cambiar de ambiente, o le recomendarías continuar con…
Thetán de S.L.: Leo su mente conceptual y ubico como una buena opción la licencia de taxi, también veo como buena opción ampliar estudios aunque siempre es complicado. Son, digamoslo así, mis dos recomendaciones. No sé si alguna entidad de Luz tiene otras. No yo, por lo menos.
Interlocutor: De igual manera, habría que aclarar que en todo caso, tiene sus riesgos, ¿no?
Thetán de S.L.: Todo tiene sus riesgos. Pero que voy a explicar yo que no sepa mi querido Sergio. Que voy a explicar yo del plano físico que no sepa él.
Interlocutor: Y bueno, por último, si quieres dar un mensaje, dar paso a tu guía, algún otro Maestro de Luz para que de un mensaje o ¿qué preferirías?
Thetán de S.L.: Yo me siento mal y no quiero abusar del receptáculo pero leo en la mente conceptual de mi parte encarnada. Sergio lo que quiere es que yo descargue de alguna manera mis engramas. Esta es la segunda vez que me comunico. Ya he podido liberar parte de mi carga engrámica con anterioridad y me gustaría repetirlo si no es molestia. Me gustaría contar una vida que me molesta de algún modo. Si me permites, por supuesto.
Interlocutor: Yo por mi ningún problema, yo te ayudaré en todo lo que sea posible.
Thetán de S.L.: Gracias, gracias. Me gustaría remontar a una vida como 2000 de vuestros años aproximadamente, en la región de Judea. Tenía una vida pacífica, normal, me dedicaba a la agricultura pero en la región corrían rumores, rumores sobre un Mesías, rumores sobre un Salvador que había venido para enseñarnos a todos cual era el camino a los cielos. El camino a Dios.
Mi nombre en aquella vida era Matías. Tenía mucha presión por parte de la que era mi familia, por parte de madre, tenía su confianza, pero por parte de padre no era igual. Él quería que hiciera algo más que ampliase mi posibilidad de ser útil y ahí había un conflicto porque él tenía una idea de ser útil algo alejada e los patrones comunes. Él quería que me entrenase. Él quería que viajara a Roma, él quería que aprendiese, él quería que fuese fuerte, que fuese valiente, que me aceptasen en la legión pero yo no me veía capacitado, además no me interesaba, tenía una profunda indiferencia en esa vida, no quería saber absolutamente nada. Que me dejen tranquilo por favor. Quiero tener una vida normal, pacífica, terminar.
No quiero más nada. Tenía dos hermanos, los dos más jóvenes. Ellos tenían el aval de padre y recuerdo que cuando, que cuando comíamos, que cuando cenábamos, yo era siempre el marginado. Pese a ser el mayor no me tenían ni más ni menos respeto de un día para el otro. Me respetaban porque era el mayor pero me criticaban. Era como que no les gustaba mi forma de ser, era como que no les gustaba mi manera de comportarme, no les gustaba que fuera tan indiferente que cuando había charlas yo me apartaba.
Tenía una profunda timidez, recuerdo que más de una vez me levanté furioso de la mesa y me marché. Madre luego venía a buscarme e intentaba que me reconciliara con ellos de alguna manera. Yo en el fondo los amaba muchísimo, los amaba profundamente en el corazón pero no sentía, de alguna manera, ese amor de forma correspondida y me hacía daño, me hacía profundamente daño porque yo sufría por ellos pero no veía que ellos sufrían por mi.
Yo tenía un amigo en el poblado. Éramos íntimos. Él se llamaba Pedro, un día viene corriendo gritando mi nombre: Matías, Matías, yo le decía: ¿qué pasa Pedro? ¡Me has asustado! Salgo corriendo de mi hogar y él me dice:
– Es importante.
– Pero, pero, ¿qué pasa? Cálmate Pedro.
– Es que lo hemos estado hablando varias veces, ¿recuerdas?
– ¿Pero el qué?
– Hemos estado hablando varias veces sobre los rumores, sobre ese supuesto Mesías.
– Sí Pedro pero ¿qué pasa? No te entiendo.
– Bien, que está por aquí cerca. Si salimos todavía lo podemos alcanzarlo.
– Pero ¿para qué? No te entiendo. (Le decía yo)
– ¿Cómo que para qué? ¿Cómo que para qué? ¡Lo hemos hablado varias veces! Lo hemos hablado varias veces. Él dice que es el Padre, ¡Él dice que a través de él encontraremos la Salvación! ¿Cómo puede ser que te de igual Matías?
– Bien, lo hemos hablado. ¿Y qué?
No tenía la mas profunda intención de malgastar mi tiempo, pese a que había oído buenas cosas, pese a que, tal vez en lo más profundo de mí, muy, muy al fondo, sabía que no solo era útil sino necesario vincularme a ese supuesto Mesías. Pero tenía tantísima ignorancia, ni el más pequeño conocimiento de lo que era, y tenía tan profunda indiferencia que probablemente no vi.
– Muy bien, Matías. Yo me voy. Ya hablaremos después. Yo sí voy. Ya hablaremos, ya hablaremos.
Me sonaron palabras como amenazantes, ¿de que va? pensaba yo.
– Está bien, está bien. Un momento Pedro, iré contigo.
Con indiferencia me sentía en ese momento. Pero decidí ir con indiferencia.
Llegamos con retraso pero finalmente llegamos al lugar donde habíamos, o mejor dicho, Pedro había oído que estaba el Mesías. Vamos y nos dice la gente del poblado, se acerca a nosotros un hombre de mediana edad y nos dice:
– No acaba de irse. ¡Sus palabras eran tan bondadosas! ¡Tan llenas de amor! Daría lo que fuera por volverlo a ver. (Decía el hombre). Si os dais prisa, ¡aún podéis alcanzarlos!
Me transmitió una seguridad, una paz escuchar las palabras de este hombre que no se si fue mi thetán que en ese momento me lo transmitió pero le cogí del brazo a Pedro y le dije:
– Vamos aún podemos alcanzarlos.
Él se extrañó, no sé por qué lo hice, tal vez un impulso. Tal vez por primera vez mi indiferencia se alejo.
Vamos corriendo, tratando de alcanzarlos, eran varias personas las que acompañaban al supuesto Mesías, voy, vamos y cuando nos encontramos:
– ¡Eh! (ellos se giran)
– ¿Quién es de todos, de todos? ¿Quién es el que tiene el honor de ser el Elegido? ¿Quién es el que ha venido a salvarnos? ¿Quien de todos? Exclamé extrañísimo me miraba Pedro.
Veo a un joven del grupo, le señala:
– Es Él, es mi maestro (dice el joven).
– Él ha venido a difundir la Palabra, a enseñarnos a dar, a enseñarnos a brindarnos a los demás.
Miro a la persona a la que señalo, me recorre de repente como una electricidad que en este momento le transmito al receptáculo. Una electricidad por todo mi cuerpo físico, por un momento me faltaron las palabras. Pedro me miraba, le miraba a Él. Tengo tanto por decir. Es tan complicado conceptuar. Le miro y le digo:
– ¿Es usted?
– Solo quiero que entendáis que Él esta con vosotros, que os ama, no estéis nerviosos, os podéis relajar, podemos dialogar, podemos conversar, sus palabras me atravesaron de alguna manera, no tenía pruebas de nada pero de alguna manera algo me dictaba que era Él. – Pero Maestro tenemos que.:..
– No te preocupes Juan, tenemos tiempo. Está bien descansar, ¿descansamos un poco?
Noto como ese chico que le acompañaba quien ha llamado Juan le mira con un tono un poco complicado. Noté como si no quería darnos tiempo.
– ¡Oh no! Pero… Le digo yo al Maestro, al Maestro Ieshua.
– Si tienen prisa está bien, se pueden ir.
– No, no, no pasa nada.
Se acerca, apoya su mano derecha en mi cabeza. Me dice:
– Hermano tú quieres dialogar, ¿verdad que si? ¿Verdad que si?
– Sí Señor, por supuesto, si usted me lo concede.
Pedro seguía sin abrir la boca, No sé qué se le pasaba por la cabeza. De repente, todos los demás que le seguían se sientan.
– Siéntate querido hermano, está bien, relájate.
– Sí pero… Maestro, todos esos rumores que corren por la zona, ¿es verdad que nos ha venido a salvar?
– Os salvareis vosotros mismos si amáis al otro, si os brindáis al otro. Eso os digo, si veis al otro en vosotros mismos y es la única palabra. La palabra de Salvación no existe, la Salvación es brindarse, es abrazarse.
Pero entonces hablo con tono un poco más duro:
– Pero entonces, usted no es el Padre.
– Él os ama, él os ama porque vosotros tenéis dudas y las dudas forman parte de él también porque con las dudas se comprende. Está bien tener dudas.
Lo noté tan comprensivo, tanto.
– Hermano sé que tenéis problemas, sé que tenéis problemas ¿Quién no tiene problemas? Lo importante es comprender, lo importante es tolerar pero tolerar desde el amor, nadie os quiere mal si vosotros les queréis bien, si vosotros os brindáis. Nada os puede dañar porque el amor es más importante que el odio. Nada os puede dañar si vosotros no queréis.
Lo lamento pero tenemos que irnos, no llegaremos. Espero que estas palabras te sirvan.
Me abraza.
– Que vaya bien. Estoy siempre contigo.
Le digo:
– ¿Nos volveremos a ver Maestro? ¿Nos volveremos a ver?
– Tal vez no aquí, pero sí allá. Siempre estoy con cada uno de vosotros. Él os ama, de verdad. Como yo os amo. Confiad en vosotros mismos, perdonad, tolerad, comprended, ese es el secreto. No hay ningún otro secreto.
Nos despedimos y volvemos. Pedro no había abierto la boca.
– ¿Qué te pasaba que estabas tan callado?
Me dice de repente Pedro:
– Es extraño pero, ¿no hay Salvación? ¿Esa es la Palabra Divina? ¿Sólo eso? ¿Tanto recorrido para eso?
Le digo:
– ¿Qué esperabas?
– No sé, Matías, algo más, algo más.
– No eras tú el que tanto quería venir, encontrarse con Él. De verdad que no te entiendo, de verdad que no te entiendo querido Pedro. Pero ya has escuchado las palabras del Maestro. Debemos amarnos, comprendernos, tolerarnos. No te esperaba decir esto. Que extraño.
Sí así es, me siento pleno, muy pleno.
Desde entonces no noté problemas a nivel familiar.
Comprendí, toleré, amé a todos mis semejantes. Las palabras del Maestro me hicieron tanto bien, tanto bien. No guardé rencor, no guardé y amé hasta el último día de mi existencia.
Ese es mi relato. Voy a retirarme para dejar descansar al receptáculo, pues está desestabilizado. Me siento tan aliviado. Tanto. Muchas gracias al interlocutor por estar ahí. Por escucharme. Muchas gracias también al receptáculo por permitir que me exprese con tanta claridad
Muchas gracias. Gracias de verdad.