19/03/15
De: Raúl Caballero
Se explica la diferencia entre Psicointegración y Psicoauditación. Se aclaran las claves de Psicointegración y se ahonda en el trabajo de uno mismo. Se ahonda en la importancia que los roles del Ego se integran y no se destruyen, y la necesidad de trabajar permanentemente.
Hay gente que desconoce qué son los roles del ego, algunos porque no han profundizado lo suficiente, otros porque directamente no les interesa el tema y lo descartan. Sí es cierto –y esto no es un secreto- que habitualmente en consulta he podido constatar que hay mucha gente interesada en enigmas de la humanidad, misterios, y muy poquita gente interesada en integrar los roles del ego. Sí es cierto que esto se debe principalmente… si bien es importante también aclarar que la gente se siente atraída por lo místico, por el secretismo, por la novedad… también es cierto que a muchas de estas personas les cuesta reconocer que tienen un brote egóico en un momento determinado.
Quiero decir con esto –y lo he explicado en distintas oportunidades en mi círculo privado, en mi círculo interno-, que la psicoauditación, de alguna manera, es capaz de mejorar a la persona, porque tengo testimonios de beneficios reales y puede llegar a mejorar a la persona sin que la persona trabaje o sin que la persona trabaje en exceso, porque el thetán directamente descarga y el alivio se lo traslada a su parte encarnada, algo que no sucede con la psicointegración. La psicointegración, que es una herramienta que sirve para integrar los roles del ego, precisa de la cooperación total de la persona, precisa del trabajo total de la persona porque precisa de que la persona quiera colaborar y precisa de que la persona quiera cambiar, pero para eso, primero la persona tiene que reconocer dónde están sus fallas, sus problemas, dónde están los roles del ego y luego trabajar al respecto. Mucha gente, por la comodidad, prefieren psicoauditación, pues no tienen que trabajar; pero no es solo comodidad, también es porque es muy difícil identificar los roles del ego de la propia persona, de uno mismo, porque los roles del ego –y esto lo vengo explicando casi una década- tienen la capacidad de camuflarse, tienen la capacidad de esconderse, de ser indetectables, porque el rol del ego nunca va a decir, “bueno, estoy aquí”, sino que el rol del ego va a intentar manipular la realidad, va a intentar justificarse siempre, porque el rol del ego siempre se justifica de tal manera que la persona nunca va a decir, “tengo un rol del ego”, sino que la persona va a decir, “no, bueno, pero esto lo hice por…”, justificación equis. El rol del ego siempre se justifica, nunca admite un error, y en caso de no poder justificarse traslada la culpa a los otros haciendo que se sientan miserables de los errores de uno, de los errores propios.
Sabemos de esa capacidad que tiene el rol del ego de camuflarse, pero cuando yo hablo de rol del ego no me estoy refiriendo a que haya un ente detrás o una entidad que maneje los hilos como si fuéramos una marioneta que nos haga bailar a su antojo, porque entonces capaz que muchos de vosotros decís, “no existe el rol del ego”. No, no, no… No me refiero a eso como rol del ego. Cuando hablo de rol del ego me estoy refiriendo a que el ego somos nosotros mismos. ¡Cómo! ¿No contradice que seamos nosotros mismos, cuando siempre estoy hablando que somos nosotros mismos los que tenemos que tomar el timón central de nuestra vida y no el rol del ego? Sí y no. El rol del ego es nuestra mente, son frutos de nuestra mente reactiva, pero es nuestra propia mente. No es que haya unos sujetos externos que nos estén manipulando, no, nosotros somos los propios esclavos de nuestra propia mente reactiva, porque somos nosotros los que damos cabida a la mente reactiva y a los roles del ego, que son sus frutos. Por lo tanto, cuando hablo de roles del ego, me estoy refiriendo a una serie de facetas egóicas que existen dentro de nosotros mismos, dentro de nuestra propia mente. Estamos acostumbrados –de alguna manera- a demandar, demandar, demandar, pedir, pedir, pedir, reclamar, demandar… Nos acostumbramos así desde pequeños porque cuando somos bebés es lógico que así sea, porque el bebé es cien por ciento reactivo, no tiene mente analítica o no tiene suficiente mente analítica. Entonces, de alguna manera, por lo indefensos que nos encontramos cuando somos bebés, tenemos que reclamar y el bebé reclama alimento, el bebé reclama vestidura, el bebé reclama atención, el bebé reclama cuando se siente mal… El problema es que –como he dicho en muchísimas oportunidades- nos acostumbramos a ese rol de pedir, de reclamar, de demandar… y seguimos demandando cuando tenemos veinte, cuando tenemos treinta, cuando tenemos cuarenta o cuando tenemos cincuenta años, no importa la edad, el ego siempre demanda porque ha constatado durante esa tierna edad que demandar es cómodo, que demandar es lo más fácil. El que demanda es la persona, no está demandando una entidad externa, está demandando la propia persona, por eso digo que los roles del ego están dentro de nosotros mismos, dentro de nuestra mente. El rol del ego se acostumbra –de alguna manera- a tomar el timón central de nuestra vida, entonces la persona se comporta constantemente de forma egóica. Bien, está claro entonces que los roles del ego no son entidades independientes, sino que forman parte de nosotros mismos y somos nosotros mismos los que en nuestra mente damos cabida a unos o a otros. Podemos dar cabida a la mente analítica, a nosotros mismos, a no depender, a no trasladar culpas, a asumir responsabilidades… o podemos pasar la vida demandando, manipulando, reclamando… Al final todas las facetas somos nosotros mismos y somos nosotros mismos los que damos el poder y dejamos que la manija lo lleve un rol del ego o lo lleve otro.
Cuando se habla -con psicointegración- de integrar los roles de ego, se habla de dar prioridad a la mente analítica por encima de la mente reactiva. Se trata de dar prioridad a nuestro yo analítico, al yo que es responsable, al yo que analiza, al yo que se responsabiliza para con los demás, al yo que se ofrece al otro… que también es un yo, pero no es un yo egóico, es un yo analítico. He explicado constantemente que los roles del ego no se destruyen, sino que se integran, que quiere decir precisamente eso, que se le da un papel secundario ante el papel principal, que lo va a tener el yo analítico, que va a ser el yo que no depende del otro, porque el yo analítico no busca quedar bien para con el otro, el yo analítico no busca manipular al otro, el yo analítico no busca la aprobación del otro, el yo analítico no es esclavo de nadie, mientras que los roles del ego nos vuelven esclavos de todo: nos vuelven esclavos del entorno, nos vuelven esclavos de los demás, del trabajo, del jefe, de la pareja, de la madre, del hijo e incluso nos vuelven esclavos de nosotros mismos, porque en ocasiones es como que cuando el rol del ego aflora, tiene que justificar todo y casi que uno tiene que pedir permiso a uno mismo para poder realizar una acción cuando eso no debería de ser así. Es importante pues, que tengamos el timón central de nuestra vida nosotros mismos, ese yo analítico, y no los roles del ego.
He dicho, que con psicointegración la idea es integrar los roles del ego, que consiste en otorgarle un papel principal al yo analítico dejando en un papel secundario los yoes reactivos, los yoes egóicos. Pero, eso es así, porque nunca se van a poder erradicar los roles del ego. Como he dicho, no se destruyen y los roles del ego siempre van a estar ahí. Por más que una persona esté integrada, por mucho que una persona haya integrado los roles de ego, no quiere decir que no se le puedan desintegrar, no quiere decir que de repente la persona ya está libre de ego, ¡no! La persona siempre va a ser propensa, porque todas las personas somos propensas a los roles del ego y, siempre va a ser propensa a los roles del ego de tal manera que siempre hay que estar vigilando, porque los roles del ego pueden acechar en cualquier instante. Hay gente que dice, “bueno, yo ya tengo los roles integrados, se acabó el trabajo”. ¡No! El trabajo de integrar los roles del ego es un trabajo que dura, no voy a decir, toda una vida, sino que voy a decir, toda la vida espiritual. Porque por más integrados que estén los roles del ego, siempre va a haber situaciones, como humanos que somos, que van a aflorar tanto aquí, como en el plano suprafísico, porque hay gente que mal enseña que en el plano suprafísico no existen los roles del ego. No es verdad, existen tanto o más, como en el plano físico. La idea, es intentar –de alguna manera- estar alerta tanto aquí, como allá. Como en todas partes. Por eso, es importantísimo prestar atención constantemente a los roles del ego y lo he dicho en infinidad de oportunidades, que hay que estar veinticuatro horas pendiente para que los roles del ego no aparezcan. Y también he comentado en distintas oportunidades que mucha gente me dice, “pero, qué desgastante es estar veinticuatro horas pendiente de los roles de ego”, y yo les digo, “no, porque al final te acostumbras, como te acostumbras a respirar y ya no le prestas atención. Lo que es desgastante es estar veinticuatro horas con roles de ego, porque estás veinticuatro horas dependiendo del otro, siendo esclavo del otro, y desgasta muchísimo depender del otro, desgasta muchísimo estar veinticuatro horas demandando, reclamando, las energías se te terminan al final”.
Como iba diciendo pues, ya hemos diferenciado lo que son los roles de ego –haciendo síntesis-, ya hemos analizado lo que son los roles del ego, que son parte de nosotros mismos, y hemos analizado en qué consiste psicointegración, que consiste en dar prioridad a la mente analítica, por encima de la mente reactiva. Que no quiere decir –insisto- que la mente reactiva no exista y los roles del ego ya no existan, sino que siempre van a poder volver a aparecer, a aparecer porque realmente no se van, siempre están acechando.
Pero -como venía diciendo al inicio- psicointegración precisa que la persona coopere y para cooperar precisa que identifique sus roles del ego y para identificarlo tiene que asumir que tiene roles del ego por integrar. He estado en distintas conferencias y he tenido el placer de preguntar si quedaban dudas sobre el tema que estaba explicando y cuando estaba explicando sobre el tema espiritual surgían muchísimas dudas, pero cuando hablaba de psicointegración nadie tenía dudas. ¡Qué curioso, como si todos tuviéramos los roles del ego integrados!, cuando resulta que es permanente la carrera que tenemos que hacer para integrar esos roles del ego; de aquí –como he dicho- al final de nuestra vida espiritual y eso es porque principalmente es muy difícil percibir el rol del ego que –como he dicho- se camufla, pero también es porque es muy difícil aceptar que uno tiene un rol del ego que lo manipula de alguna manera. Es muy difícil reconocer, “sí, me manipulan”, pero es el primer paso, porque si la persona no lo reconoce, es que no lo quiere trabajar y si no lo quiere trabajar, no hay más de donde hacer; la psicointegración no va a funcionar y no va a funcionar nada tampoco porque la persona no va a querer poner de su parte para corregir esos pequeños o más grandes errores. Por eso, siempre explico que psicointegración no es la varita mágica. Aparte, lo que sirve para unos, para otros no va a servir o va a servir menos, porque cada caso es individual y hay que analizarlo de forma individual. Conozco gente que no tiene ni idea de lo que son los roles del ego porque nunca profundizaron en materia y bien, está bien así, consiste en profundizar en el tema. Se entiende que si la persona no tiene conocimiento de lo que son los roles del ego, le va a ser más difícil integrarlos, pero conozco gente que teniendo unas nociones teóricas importantes de lo que son roles del ego -teóricas- siguen dejándose manipular por ellos conociendo mucho el tema. Esto es debido a que realmente lo complicado no es entender lo que yo estoy diciendo, es aplicarlo, es aplicarlo… y hay que aplicarlo todos los días, en todas las situaciones, porque yo no doy la charla y, de repente, las personas como por arte de magia, ¡plin! Integran los roles del ego, ¡no!, no es así. Yo doy las herramientas para que luego la persona lo trabaje, pero se dan las herramientas, porque nadie puede cambiar por el otro. Yo no puedo hacer el trabajo por el otro, el otro tiene que trabajar por sí mismo como yo trabajo por mí mismo y cuando haya trabajado conmigo mismo, podré ayudar al otro, no trabajar por el otro. Podré ayudar al otro, pero va a ser el otro el que tenga que trabajar, porque yo, a pesar de ayudar al otro, tendré que seguir trabajando conmigo mismo, porque no hay nadie que haya llegado al final de esa carrera contra los roles de ego y haya dicho, “yo vencí los roles del ego”. No existe eso. Entonces, si yo comienzo a trabajar por el otro, me voy a desentender de mí mismo y seguramente que eso vaya a provocar que yo recaiga en algún rol del ego y, entonces, me dejé estar a mí mismo y eso no creo que sea positivo. Creo que todos tenemos que trabajarnos de alguna manera a nosotros mismos mientras tratamos de ayudar al entorno, mientras tratamos de ayudar a los demás.
Pero, volviendo al tema, es cierto que hay mucha gente que tiene mucho conocimiento teórico sobre los roles del ego o sobre cualquier otro tema, pero, de repente, tiene unos roles del ego que le manipulan su comportamiento porque no lo aplicó. ¿Y por qué? ¿Por qué es tan importante no profundizar solo en la teoría, sino profundizar también en la práctica? Es importante porque los roles del ego no se integran –como he dicho- entendiendo, sino que se integran trabajando, poniéndolo en práctica, continuando estando atento a esos roles del ego. Pero vivir atento tampoco significa no vivir nuestra vida y estar todos los días obsesionados, fanatizados en esos roles del ego, no, significa fluir, significa realizar nuestros quehaceres diarios mientras tanto tratamos de observarnos a nosotros mismos. Hacemos introspección para nosotros, porque lo más importante es el autoconocimiento. Autoconocimiento significa conocerse a uno mismo. Nunca nos conocemos a nosotros mismos, es por eso que se precisa todos los días estar constantemente autoanalizándonos, porque del autoanálisis salen correcciones posteriores, que es hacer autocrítica y uno se da cuenta que en tal o cual situación podría haber hecho otra cosa y, seguramente, así se va a dar cuenta de sus propios roles del ego, pero es realmente complicado hacer autocrítica porque para eso uno tiene que reconocer que se equivocó y es muy complicado reconocer a uno mismo que se equivocó; pero en eso consiste, el trabajo empieza por ahí, no empieza por conocer los roles del ego al detalle –que está bien también, por supuesto-, sino que el trabajo empieza por uno mismo, el trabajo empieza entendiendo que somos falibles, entendiendo que nos podemos equivocar, que no se nos cae el sombrero por hacer autocrítica y reconocer que nos hemos equivocado, porque todos nos equivocamos frecuentemente y cuando reconocemos que nos hemos equivocado es cuando realmente se abren las puertas, cuando realmente podemos comenzar a trabajar en la obra, cuando realmente podemos comenzar a coger las herramientas. Es ahí por donde se empieza, es ahí. Eso es todo.