Horror Vacui

La expresión latina “horror vacui” (literalmente ‘miedo al vacío’) se emplea en la historia del arte para describir el relleno de todo espacio vacío en una obra de arte con algún tipo de diseño o imagen. En el caso de la pintura, escultura y decoración, se traduce en una profusión de elementos por parte del autor que llenan totalmente la obra, hasta el punto de saturarla.

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Nuestra vida, como si de una obra se tratase, a veces queda saturada. Saturada de bienes materiales y saturada de necesidades psicológicas.

Almacenamos libros, cuadros, acumulamos ropa, apuntes viejos en nuestras estanterías. Llenamos nuestra casa de todo tipo de objetos. Unos coleccionan sellos, cromos o monedas. Otros coleccionan fotografías…Pero sobre todo intentamos no dejar ningún hueco en lo que consideramos nuestro tiempo de ocio. Nuestro “tiempo libre”.

Esa mal llamada libertad en muchos casos conlleva un encadenamiento. Un “sentimiento del yo” habituado ya a producir y a consumir todo lo que la oferta le pueda proporcionar, tiende a buscar su “liberación” en la misma. En un mundo donde hay una sobreestimulacion constante, donde incluso la manera que tenemos de desestresarnos es seguir llenando nuestra mente con más y más información, no hay lugar para la reflexión. No hay lugar para el autoconocimiento. Directamente está tan interiorizado que el hombre mecánico no tiene tiempo para ello.

Incluso tras una larga jornada laboral y tener un par de horas libres, es el “sentimiento del yo” el que se siente mal o incluso culpable si considera no haber “aprovechado” ese tiempo. Acostumbrado ya a un consumo diario que satisfaga su adicción al placer, disfrazado de libertad y felicidad para el marketing, un vacío mental a dicho sentimiento le produce ansiedad. Le produce infelicidad. Se siente tan indefenso ante la calma y tiene tanto miedo que la necesidad de llenar cada hueco de su vida es primordial. De hecho hay quien quiere sentirse vivo y que realiza actividades intensas para olvidar la fragilidad y lo pasajero de nuestra vida.

El temor al paso del tiempo, a la muerte, a la oscuridad o a la nada, a diferencia de otras culturas que la han sabido interiorizar como una parte natural de la existencia, todavía nos persigue. Y lo hará siempre pues es parte de la misma. Sin embargo seguimos huyendo. Huyendo de nosotros mismos.

Admitámoslo, tenemos nuestro «horror vacui» particular.

Pero hay situaciones en las que la vida se balancea estrepitosamente y nos da una fuerte sacudida. Y cuando parece que se ha perdido todo, incluida toda esperanza, de repente surge una consciencia. Una consciencia que observa todo el automatismo por el cual nos hemos dejado arrastrar hasta la fecha. Una consciencia que observa por encima de toda necesidad creada e impuesta.

Así, el “sentimiento del SER” aparece en el otro lado de la balanza recordando que el vacío también está lleno.

( Nota: Véase la reflexión: Del Sentimiento del Yo y del Ser)

https://tetra-el.org/articulos/reflexiones/del-sentimiento-del-yo-y-del-ser/

Muchos maestros nos señalaron la vía intermedia como el Camino. Pero dicha vía implica lo más difícil: La consciencia e integración de ambos sentimientos. Son nuestros roles del ego los que nos balancean constantemente hacia un lado u otro de la balanza. Si bien suelo polarizar en las reflexiones hacia el “Sentimiento del SER” ( considero que una gran mayoría de la población está en el otro extremo de la balanza), esta vez podríamos escoger la vía intermedia, la más difícil, y empezar a unir ambos polos.

Así podríamos abordarlo desde ambos extremos: Frente a un relleno superficial, podríamos dejar más espacios en blanco en nuestra vida dedicados a nuestro SER. Aprender a mirar con los ojos del alma o a sentir a través de ella es una signatura totalmente desconocida para el hombre mecánico.

La meditación puede ser un gran paso para ello. La meditación y ese “abrazo al vacío” nos conduce a un sentimiento interno no descriptible desde la mente. Como contraposición, cultivar en exceso la misma olvidándonos de la personalidad y del contexto en el que estamos podría hacernos caer en un misticismo exacerbado y una indiferencia e incomprensión total con el entorno más mundano.

En el otro lado de la balanza, podríamos interiorizar más momentos y realizar una introspección mayor para comprender nuestros anhelos, nuestros deseos y necesidades. Pero comprendiendo la educación que recibimos, nuestra personalidad y nuestro contexto.

Comprender sin juzgarnos a nosotros mismos es un primer paso para no juzgar y señalar constantemente al prójimo. Parece sencillo, pero realmente no lo es. La sola exposición a Internet y la sensación de lapidación de unos contra otros refugiados detrás de una pantalla es casi una constante para una población cada vez más en desacuerdo consigo misma y con los demás.

(Nota: Véase la reflexión: De la Perfección)

https://tetra-el.org/articulos/reflexiones/de-la-perfeccion/

Quizás, lejos de defender nuestras ideas como dogmas o verdades absolutas, es con la integración de ambos sentimientos donde nuestra percepción y discernimiento sobre la vida empieza a cobrar un sentido único.

 

foto-luis

Luis Sanmartin . (Junio 2019)